Castro de El Raso

En el interior de este castro se han excavado diversos barrios, con casas humildes y otras amplias y bien organizadas, con porches al exterior y hogares en la habitación central. Una de las casas se ha reconstruido recientemente para facilitar su compresión. Su población perduró desde el siglo V a. C. hasta época de Augusto y se calcula que oscilaría entre un mínimo de 500 personas y un máximo de 3.000, siendo más probable que fueran en torno a un millar. Al exterior se han localizado diversas necrópolis y un santuario al dios local Vaelico, relacionado con el lobo como indica el actual nombre del lugar, "Postoloboso".
Castro de El Raso El castro vettón de El Raso fue ocupado en los siglos II-I a.C. y llegó a ser el centro fortificado más importante del valle del Tiétar. Se encuentra en un bellísimo paraje de la vertiente meridional de la sierra de Gredos, al pie del pico Almanzor (2.592 m) y a pocos kilómetros de Candeleda, ocupando una posición muy destacada sobre la garganta del río Alardos, una de las muchas que por esta vertiente lleva las aguas de la sierra hasta el río Tiétar.

Descubierto en 1931, el complejo arqueológico de El Raso es, probablemente, uno de los mejores y más ampliamente conocidos de la provincia de Ávila, gracias sobre todo a los trabajos de investigación que, de forma prácticamente ininterrumpida, ha venido llevando a cabo F. Fernández Gómez a lo largo del último tercio del siglo XX.

Existen importantes indicios de la existencia de comunidades que ya vivían en los alrededores de El Raso con anterioridad a la fundación del poblado fortificado. En concreto, un yacimiento próximo conocido con el nombre de "El Castañar", muy cerca del actual casco urbano. Se trata de una pequeña aldea no fortificada en el llano que conocemos básicamente por su necrópolis, un importante cementerio fechado entre los siglos V y III a.C. que ha deparado hasta el momento 123 enterramientos. Se trata de tumbas de incineración en hoyo, cubiertas con lajas de granito y con las cenizas y los objetos que formaban el ajuar del fallecido depositados en una urna y a su alrededor. Básicamente son adornos personales (pendientes, broches, anillos), armas de hierro de diversos tipos (espadas, puñales, puntas de lanza, escudos), vasijas y objetos de importación. El hallazgo excepcional de copas griegas para beber vino, ungüentarios de vidrio polícromo que contendrían perfumes, así como bronces y joyas de inspiración marcadamente oriental, evidencian las relaciones de esta antigua comunidad vettona con las poblaciones del sur de la Península Ibérica y, a través de éstas, con las del Mediterráneo oriental. Como en sus homólogas de Las Cogotas y La Mesa de Miranda, las tumbas se hallan concentradas en grupos independientes que no obedecen a diferencias significativas en el tiempo, sino más bien a razones de tipo clánico o familiar, mezclándose en cada área enterramientos masculinos y femeninos, adultos e infantiles, ricos y pobres.

Esta necrópolis demuestra, por lo tanto, que en la Edad del Hierro ya existía una importante comunidad estable en los alrededores que experimentó un rápido crecimiento. Al abandonar el poblado del llano, sus habitantes dejaron de enterrarse en el cementerio, sin que se sepa con seguridad las causas de ello. Sea como fuere, los pobladores buscan un emplazamiento más defensivo y, hacia el año 200 a.C., se trasladan a un altozano cercano y edifican el castro que hoy conocemos y podemos visitar.

El poblado fortificado de El Raso ocupa una suave colina de 791 m de cota máxima, conocida como Collado del Freillo, y la ladera más inmediata. Posee un completo y complejo sistema defensivo, constituído por dos fuertes bastiones en conexión con la entrada principal de la ciudad, varios fosos, uno de ellos de más de 10 m de anchura y 3 de profundidad, y una muralla de unos 1.800 m de longitud que rodea casi todo el poblado, excepto en la zona por la que corre la garganta Alardos, que la sustituye. Este interesantísimo sitio conserva en la actualidad restos de una docena de torres de planta cuadrada adosadas a la muralla por el exterior y una superficie aproximada de unas 20 hectáreas. Su estratégica ubicación le permitía, de hecho, controlar la llanura y los accesos a los fértiles pastos de la montaña. La entrada principal se hacía a través de una puerta fuertemente protegida, entre otros elementos por un imponente bastión conocido como "el Castillo", y otro, exento, en la parte más alta. Ambos, enterrados hoy en sus propias ruinas, superan los 7 m de altura.

El recinto interior parece hallarse lleno de construcciones. El urbanismo, muy incipiente, se reduce a adosar las viviendas unas a otras, dejando entre ellas pequeños callejones para facilitar el paso del agua. Una serie de arterias principales lo cruzan en diferentes sentidos, donde confluyen otras calles más pequeñas. También se han localizado grandes recintos delimitados por muros para los que se ha sugerido una función de encerradero. Unas pocas casas se alzan exentas, pero es mucho más común que se hallen agrupadas, formando llamativas manzanas cerradas con muros medianeros comunes. Salvo raras excepciones, las casas se orientan al sur o al oeste, de espaldas a la sierra, buscando las zonas más soleadas y a su vez protegidas de los vientos.

Se han excavado diversos barrios, con casas humildes y otras más amplias y organizadas. Las viviendas tienen generalmente entre 100 y 150 m2, con zócalos de mampostería y partes altas de tapial rematadas al interior y al exterior con un enlucido. La planta es de forma cuadrada o rectangular, con porche al exterior cubierto y adosado a la fachada. En las casas grandes un vestíbulo daba acceso a la estancia principal, la cocina, con hogares o placas de barro cocido donde se preparaban los alimentos y un banco de tapial adosado al muro. Alrededor de la habitación principal, se suceden una serie de estancias complementarias que harían de almacén, zaguán o incluso cuadra. Se han descubierto unas pocas construcciones circulares que se han relacionado con la organización interna de las casas, tal vez un sitio específico para la despensa o incluso para cocer pan. Común en las casas de El Raso es tener una especie de corral delante de las viviendas, cercado por piedras alineadas, que pudo servir para tener recogido el ganado menor. El hallazgo de bloques de barro con improntas de maderos sugiere que las cubiertas de las casas estarían construídas con troncos de árbol, recubiertos de barro y paja. Dos de las viviendas se han reconstruído recientemente para facilitar su conocimiento.

Teniendo en cuenta las viviendas excavadas y la superficie del poblado se ha calculado que en El Raso podrían vivir entre 500 y 1000 habitantes. aunque también hay que reconocer que, al tratarse de un poblado ocupado en tiempos de la conquista romana, podría encubrir una población mayor, hasta duplicar o incluso más la comunidad original.

Los restos hallados en el interior de las casas han deparado interesantes conjuntos de herramientas de hierro para trabajar la tierra, la piedra y la madera. También en algunos casos la presencia de moldes, crisoles y lingotes de metal delatan una importante actividad metalúrgica. En la zona reservada a la cocina se han encontrado molinos de mano, pesas de telar y fusayolas, por lo que es fácil suponer que se molía el grano y se tejía. Entre las cerámicas destacan vasijas de muy diversos tipos, tanto para la cocina como para el servicio de mesa, y grandes tinajas de provisiones con algunos de los primeros testimonios de escritura conocidos en la zona, en forma de marcas de alfarero o nombres de indígenas. Las excavaciones han proporcionado también denarios romanos republicanos y varios escondrijos de joyas de oro y plata. Un singular tesorillo de monedas romanas apareció oculto en una de las viviendas. El hallazgo es de una enorme trascendencia, dado que las fechas de acuñación permiten situar el abandono del poblado en la década de los años cuarenta del siglo I a.C., es decir, coincidiendo con las guerras civiles entre los partidarios de César y Pompeyo (49-44 a.C.). Sabemos por las fuentes que los vettones aparecen enrolados en los ejércitos de éste último. Es casi seguro que los habitantes de El Raso fueran testigos directos de estos sucesos.

Al exterior del castro, en la confluencia de la garganta del río Alardos con el río Tiétar, se ha localizado un santuario al aire libre dedicado al dios local Vaélico, que se relaciona con el lobo, como indica el actual nombre del sitio, "Postoloboso", y que tiene su continuación como ermita cristiana en la Edad Media.
Fuente y bibliografía:
Castros y verracos de Ávila
Guía arqueológica del Castro de El Raso

Fotografías de Castro de El Raso

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