Museo de Burgos

Museo de Burgos

Introducción e historia

A la vera de la Catedral de Burgos y del Camino de Santiago, y muy próximo al Museo de la Evolución Humana, se encuentra, enmarcado en el bello palacio renacentista de la Casa de Miranda de Burgos, el Museo de Burgos. A través de sus importantes colecciones, formadas por piezas que, ya sea por origen o por destino, tienen una procedencia exclusivamente burgalesa, se nos muestra la evolución histórica y cultural de la provincia de Burgos desde el Paleolítico hasta nuestros días.

El Museo de Burgos surgió como resultado de la labor realizada por la Comisión Provincial de Desamortización y, posteriormente, por la Comisión Provincial de Monumentos, organismos que se encargaron de reunir, catalogar y custodiar bienes de valor artístico procedentes de las iglesias, conventos y monasterios de la provincia afectados por las leyes desamortizadoras de 1835. A lo largo de su historia, el Museo de Burgos ha tenido diferentes sedes, siendo las más destacables el Seminario Conciliar de San Jerónimo (hasta 1848), el Instituto de Segunda Enseñanza de San Nicolás (1849-1863), la Cartuja de Miraflores (1863-1865), el Convento de las Madres Trinitarias (Museos de Bellas Artes y Antigüedades, desde 1871) y el Arco de Santa María (Museo Arqueológico y de Bellas Artes, 1878-1955).

A partir de la década de 1930, las colecciones arqueológicas experimentan un notable crecimiento, gracias a los hallazgos procedentes de las excavaciones realizadas en diversos yacimientos de la provincia.

En 1955 comienza una nueva etapa con la instalación de los fondos en la Casa de Miranda, pasando a denominarse la entidad Museo Arqueológico Provincial de Burgos y, desde 1973, Museo de Burgos.

En 1979 el Museo inició un importante proceso de transformación orientado a la ampliación del espacio expositivo y a la renovación de sus instalaciones. Así, la Casa de Miranda fue totalmente restaurada para acoger las Secciones de Prehistoria y Arqueología, mientras que la colindante Casa de Íñigo Angulo recibió la Sección de Bellas Artes. Posteriormente, también se incorporó al Museo la Casa de Melgosa, edificio destinado a futuras ampliaciones.

Prehistoria

Paleolítico

El Paleolítico es el período de la prehistoria comprendido aproximadamente entre los 2,5 millones de años y el 10.000 a.C. y se caracteriza por la aparición del hombre, su evolución psicosomática y el uso por parte del mismo de útiles de piedra tallada. Se divide en tres grandes períodos: Paleolítico Inferior, Paleolítico Medio y Paleolítico Superior. El Paleolítico Inferior está representado en la provincia de Burgos por una serie de yacimientos al aire libre localizados fundamentalmente en las terrazas fluviales de los ríos Arlanzón y Arlanza. Los útiles más significativos que se han encontrado son los cantos trabajados, los triedros, los cuchillos y los bifaces. Un yacimiento singular es el de Villafría de Burgos, clasificado en el Achelense Superior, en torno al 100.000 a.C., que ha aportado un interesante conjunto de bifaces, destacando un gran bifaz lanceolado.

Durante el Paleolítico Medio, se mantienen los mismos tipos de asentamientos, siendo los más representativos los de La Moneda, Cortes y Villacienzo. No obstante, también se documenta la ocupación de cuevas, como en la Cueva de La Ermita y Cueva Millán, ambas situadas en el valle medio del Arlanza. El utillaje de este período es más variado y de menor tamaño, y responde a una nueva forma de tallar la piedra, la “técnica Levallois”, procedimiento complejo de lascado que, mediante una preparación especial de la cara superior del núcleo, consigue preconcebir o predeterminar la forma y el tamaño de la lasca antes de ser extraída. Destacan la gran raedera de La Moneda y la punta de cuarcita de Villacienzo.

Atapuerca

Una especial atención requiere el complejo arqueológico de la Sierra de Atapuerca. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000, está considerado como uno de los yacimientos más importantes del mundo para conocer la evolución del hombre, ya que acoge diferentes fases de ocupación humana que abarcan desde el Paleolítico Inferior hasta la Alta Edad Media. Se encuentran en proceso de investigación una serie de yacimientos del Paleolítico Inferior localizados en la Trinchera del Ferrocarril y la Sima de los Huesos. En la Trinchera del Ferrocarril se están excavando varios niveles de ocupación en los que aparecen asociados una importante cantidad de restos de fauna junto a diversos útiles líticos. Fue allí, concretamente en Gran Dolina, donde encontraron, en 1996, el frontal y el maxilar de más de 800.000 años de antigüedad que sirvieron de base para el nacimiento de una nueva especie, el Homo antecessor. Recientemente, en el año 2007, en la Sima del Elefante, situada también en la Trinchera, han aparecido un fragmento de mandíbula y un diente de Homo antecessor de, al menos, 1,2 millones de años de antigüedad que constituyen los restos más antiguos de homínidos de Europa. En cuanto a la Sima de los Huesos, se trata del mayor yacimiento de fósiles de Homo heidelbergensis, con restos de alrededor de 500.000 años de antigüedad. Entre ellos, destacan la pelvis más completa del registro fósil mundial, conocida como “Elvis”, y el “cráneo número 5”, fósil totalmente completo de un cráneo y su mandíbula que popularmente recibe el nombre de “Miguelón”.

Se piensa que la Sima de los Huesos era un lugar de enterramiento humano y de culto a los difuntos. Entre todos los restos, sólo ha aparecido una herramienta lítica, un bifaz de cuarcita roja que está sin usar. Fue encontrado en 1998 y recibió el nombre de “Excalibur”. Se cree que puede tratarse de un presente dirigido a alguno de los difuntos enterrados allí, lo que supondría la existencia de una mente simbólica y reflexiva en el Homo heidelbergensis.

En el Museo de Burgos se expone una interesante selección de réplicas de los hallazgos más significativos de este importante complejo arqueológico.

Ojo Guareña

Ojo Guareña es un gran complejo cárstico situado en el norte de la provincia de Burgos en cuyo interior se han localizado diferentes áreas con vestigios de ocupación humana. Uno de los lugares más relevantes de este complejo cárstico es la Cueva Palomera, donde hay varios sectores decorados con grabados y pinturas que tradicionalmente se han atribuido al Paleolítico, aunque existen muchas dudas a la hora de determinar su cronología. No obstante, de lo que no hay duda es de que esta importante cavidad fue visitada durante el Paleolítico.

Edad del Bronce

La metalurgia del bronce está representada en el Museo de Burgos por un buen conjunto de piezas. Del Bronce Antiguo (2.000-1.600 a.C.) son los dos puñales de lengüeta procedentes de Villalmanzo y del Cerro de San Miguel, y al Bronce Medio (1.600-1.250 a.C.) pertenece la magnífica espada plana aparecida en Santa Olalla de Bureba, para la que se propone una cronología que se aproxima al 1.500 a.C. Pero el momento de mayor expansión se alcanza en el Bronce Final (1.250-750 a.C.). Los hallazgos más representativos son los depósitos de bronces de Huerta de Arriba y Padilla de Abajo, formados principalmente por hachas, lanzas tubulares, puñales, brazaletes y navajas de afeitar, lo que ha hecho pensar a varios autores en un significado social de estos depósitos, que constituirían el ajuar de individuos pertenecientes a algún tipo de élite o minoría destacada. En cuanto a la orfebrería de esta época, cuenta con una pieza muy singular, el remate de un collar macizo o torques de oro procedente de Castrojeriz, en el que destaca la hermosa decoración a base de triángulos incisos rellenos de líneas que presenta su extremo. Por último, hay que señalar que, desde el año 1999, se está excavando sistemáticamente el yacimiento de El Mirador, una pequeña cavidad que se abre al sur de la Sierra de Atapuerca en la que se han documentado varios niveles correspondientes a la Edad del Bronce. Los materiales más abundantes que han aparecido en este prometedor yacimiento son las cerámicas, predominando las de formas simples y superficies lisas. Los materiales cerámicos procedentes de El Mirador que se encuentran depositados en el Museo de Burgos corresponden sin embargo a una intervención llevada a cabo en 1970. Se trata de tres fragmentos cerámicos de considerable tamaño y con diversas decoraciones que pertenecerían a recipientes de gran capacidad.

Edad del Hierro

De la Primera Edad del Hierro, los asentamientos que mejor se conocen son los castros. Se trata de poblados situados en lugares poco accesibles de fácil defensa natural que dominan valles y cursos de agua. Sus recintos aparecen protegidos con murallas y sus viviendas se distribuyen adaptándose al terreno. Los poblados de esta época que se han excavado en la provincia de Burgos (Roa, Castrojeriz, Solarana, Adrada de Haza, Lara de los Infantes…) apenas han aportado materiales significativos. Sin embargo, sus necrópolis sí que nos han proporcionado un importante número de hallazgos. A este respecto, el yacimiento más representativo es la necrópolis de La Polera, en Ubierna, situada cronológicamente entre la Primera y la Segunda Edad del Hierro (siglos V-IV a.C.). En ella se han contabilizado casi un centenar de tumbas que responden al tipo de enterramiento en túmulos individuales. La estructura tumular consiste en un círculo externo de piedras, aquí con diámetros variables que van desde los 2 hasta los 5,5 metros, que encierra un hoyo central donde se depositaba la urna funeraria con los huesos calcinados y el ajuar, cubriéndose todo el conjunto con un amontonamiento de tierra y piedras. En algunos casos, el hoyo central aparece rodeado por un pequeño círculo interior de piedras que, en ocasiones, también se cubre con una losa. El material arqueológico de esta necrópolis es bastante uniforme. El elemento más característico son las urnas funerarias. Se trata de vasos de cerámica elaborados a mano con pastas oscuras, pie alto y hueco, cuerpo bitroncocónico y borde exvasado. En cuanto a su decoración, en la parte superior del cuerpo aparecen cuatro surcos horizontales hechos con los dedos, mientras que en la carena se pueden apreciar también improntas de dedos o pequeños trazos incisos verticales. El ajuar está compuesto por diversos objetos metálicos: cuchillos afalcatados, placas de cinturón, umbos de escudo, fíbulas, etc. Destaca una llamativa fíbula de doble resorte con puente en forma de caparazón de tortuga.

Edad Antigua

Celtiberia

Desde la segunda mitad del siglo IV a.C. se produce un rápido proceso de renovación cultural que afecta a amplias zonas del interior peninsular y que conocemos con el nombre de “celtiberización”. Sobre las poblaciones celtizadas de la meseta interior se llevó a cabo un proceso de aculturación desde el más desarrollado mundo ibérico.

Las principales características que definen a este fenómeno son la fabricación de cerámica a torno con decoración geométrica pintada, el uso generalizado de instrumental de hierro, la sustitución de los molinos barquiformes o de vaivén por los circulares, la circulación de moneda y el desarrollo de la orfebrería.

La celtiberización no afectó por igual a todo el territorio de la provincia de Burgos. En las áreas sedimentarias se extendió con intensidad y rapidez. Sin embargo, encontró resistencia en las áreas serranas, que, en general, permanecieron ancladas en sus antiguas formas de vida.

Así, en la zona de Las Loras y en el resto del sector serrano septentrional de la provincia se mantuvo una cultura tradicionalista que se refleja, por ejemplo, en la persistencia de la alfarería manual. Sin embargo, en el otro sector serrano burgalés, en las estribaciones del Sistema Ibérico, el fenómeno celtibérico se dejó sentir con cierta fuerza. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en el castro de Hontoria del Pinar, donde aparece una cultura material plenamente celtiberizada con presencia generalizada de cerámicas torneadas.

En las áreas sedimentarias provinciales, la celtiberización tuvo un éxito general y arrollador, desplazando con notable rapidez las viejas formas de cultura material. Los yacimientos mejor conocidos son los de Castrojeriz, Roa y Pinilla Trasmonte, siendo el material más representativo de todos ellos la cerámica a torno pintada con motivos geométricos, destacando las jarras con pintura de estilo numantino procedentes de la necrópolis de El Pradillo, en Pinilla Trasmonte, especialmente una que aparece decorada con prótomos de caballos y que podría fecharse entre los siglos II y I a.C.

A partir de mediados del siglo I a.C. se aprecia un importante cambio en las formas y en los temas decorativos de las cerámicas, pero sin perderse el característico e inconfundible estilo celtibérico de las mismas. Este cambio se produce en muy breve espacio de tiempo y su origen parece estar en la gran convulsión que las guerras sertorianas que azotaron Hispania entre los años 82 y 72 a.C. ocasionaron en los pueblos meseteños. Esta estética tardoceltibérica se mantuvo con cierta fuerza durante todo el siglo I d.C. sin diluirse en la romana.

El desarrollo de la orfebrería es un fenómeno relativamente tardío en el mundo celtibérico. En el Museo de Burgos se muestran importantes piezas de orfebrería celtibérica procedentes de distintos yacimientos de la provincia. Los objetos más característicos son los collares rígidos o torques, destacando los conjuntos de Jaramillo Quemado y Monasterio de Rodilla. El conjunto de Jaramillo Quemado está compuesto por dos torques de oro con decoración troquelada. Se trata de piezas con una cronología incierta, pero se piensa que son ligeramente anteriores a la orfebrería celtibérica propiamente dicha. En cuanto a los torques de Monasterio de Rodilla, constituyen un conjunto excepcional de orfebrería celtibérica. Elaborados con alambres de plata trenzados, son un buen ejemplo de cómo las influencias ibéricas, transformadas por el gusto local, dan lugar a modelos propios y característicos de la orfebrería celtibérica.

También es muy interesante el tahalí damasquinado en plata hallado en el yacimiento de Arce-Mirapérez, en Miranda de Ebro. Con una cronología que se sitúa entre los siglos III y II a.C., resultan patentes en él algunas influencias decorativas europeas.

En la provincia de Burgos se han encontrado varios documentos de hospitalidad celtibéricos. Los pactos de hospitalidad, muy utilizados por los pueblos celtibéricos, eran acuerdos a través de los cuales un grupo tribal era acogido por otro en condiciones de igualdad. Se trataba de pactos sagrados e inviolables. Al principio eran sólo verbales, pero posteriormente se solían sellar mediante téseras de hospitalidad, documentos generalmente en soporte de bronce y escritos en alfabeto ibérico. En el Museo de Burgos se puede contemplar una interesante tésera de hospitalidad celtibérica procedente de Belorado. Tiene forma de pez y contiene una inscripción en escritura ibérica y lengua celtibérica que se ha transcrito así: SEKEIOS SAILETIKOS METAAMA. Por último, hay que señalar que, en el yacimiento de Roa y, sobre todo, en el de Pinilla Trasmonte, ha aparecido un significativo número de monedas con la leyenda ibérica SEKOBIRIKES. Esta ceca acuñó denarios, ases y semises en el último tercio del siglo II a.C. y, aunque su emplazamiento es dudoso, actualmente se cree que estuvo situada en el castro de Pinilla Trasmonte.

Romanización

A través de la romanización, los pueblos indígenas hispanos fueron asumiendo paulatinamente los elementos culturales y materiales romanos dando origen a una nueva civilización, la hispanorromana. El proceso romanizador afectó a todo el territorio de la provincia de Burgos, constatándose principalmente en la aparición de nuevos productos materiales, la nueva ubicación de los poblados y el desarrollo de las vías de comunicación.

Pueden seguirse varias etapas en el proceso romanizador de la provincia de Burgos. Durante un primer período, que parte de la primera mitad del siglo II a.C., la presencia de Roma se manifiesta casi exclusivamente bajo la forma militar. Es un período marcado por las Guerras Celtibéricas (155-133 a.C.). La cultura material celtibérica se encuentra en pleno auge. Sólo algunas formas cerámicas parecen imitar a otras romanas. Un segundo período está representado por la proyección hasta estas tierras de los efectos derivados de las Guerras Sertorianas (82-72 a.C.), que constituyen el punto clave del sometimiento de los pueblos indígenas meseteños. Tras ellas, algunos de los viejos núcleos de la provincia, como Roa, nunca llegaron a recuperarse y otros, como Castrojeriz, se trasladaron al llano. Aunque los hallazgos de objetos romanos en los yacimientos todavía son esporádicos, se aprecia ya una evolución de las viejas formas indígenas, especialmente en las cerámicas.

Es a partir de las Guerras Cántabras (29-19 a.C.) cuando la presencia cultural romana se documenta abundantemente en los yacimientos burgaleses, detectándose una progresiva sustitución de la cultura material indígena por la romana. Pero donde más se evidencia la romanización es en la modificación de los tipos de hábitat. Surgen los grandes centros administrativos y comerciales (Clunia) y, en el espacio rural, las villae, que representan una nueva manera de explotación de la tierra.

Época paleocristiana y visigoda

Los hallazgos cristianos de época romana más importantes de la provincia de Burgos son los sarcófagos del denominado taller de La Bureba, fechados a mediados del siglo IV, que se caracterizan por presentar una decoración figurada de factura rústica inspirada en el Antiguo y Nuevo Testamento. Tradicionalmente se conocen tres ejemplares, todos ellos localizados en el Museo de Burgos, pero más tarde se han identificado otras piezas, como las del Museo Frederic Marès de Barcelona.

La pieza más importante del conjunto que se exhibe en el Museo de Burgos es el sarcófago de Quintanabureba. Tiene representaciones figurativas en sus cuatro lados, enmarcándose arriba y abajo con unas sencillas molduras y con vides en los extremos. Ocupa el centro de uno de los lados mayores el relieve del Buen Pastor, mientras que en los extremos se representa a Moisés recibiendo la Ley de Dios y el sacrificio de Isaac.

El otro lado mayor es el más interesante desde un punto de vista iconográfico. En él aparecen tres escenas ambientadas en un paisaje en el que destacan palmeras y liebres. El centro está ocupado por una escena que ha sido interpretada como la visión de Santa Perpetua. Hay un personaje a cada lado de una escalera, en cuyos peldaños se disponen cuchillos que dificultan el ascenso. Perpetua se encuentra a la derecha dispuesta a subir, mientras al otro lado aparece su compañero, Saturus, que ha subido ya indemne. En los extremos se representan escenas apócrifas de la vida de San José. Del bastón de José sale una paloma que se posa en su cabeza indicando ser el elegido como padre putativo de Jesús. Este tema casa perfectamente con el de los lados menores del sarcófago, donde se narra el anuncio del arcángel Gabriel a la Virgen María.

Sigue en interés el sarcófago de Poza de la Sal. Material, talla, estilo, composición y dimensiones concuerdan totalmente con la pieza anterior, pero sólo conserva representaciones figurativas en una de sus caras mayores. En ella, tres figuras de pie tienden sus manos hacia un grupo situado a la izquierda del friso. Esta escena se ha interpretado como la adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús. A la derecha destacan una palmera, una liebre y una torre.

Del sarcófago de Cameno sólo se conserva una parte de la cubierta. Es de doble vertiente y finaliza en un frontón triangular oblicuo. En una de las vertientes hay una crátera de la que salen unas frondas formando ondas, en cuyos campos libres se representan dos figuras. En la otra vertiente, también entre frondas, aparecen tres personajes con gorros altos triangulares y túnicas cortas. La lectura iconográfica más aceptada es la de los tres jóvenes judíos de Babilonia que rechazan adorar la imagen de Nabucodonosor; éste, furioso, ordena que sean arrojados a un horno, donde milagrosamente no son quemados por las llamas. En el frontón del extremo de esta tapa sepulcral aparece una curiosa figura de gran cabeza que sostiene con sus pequeños brazos una placa rectangular. Se ha apuntado la idea de que se trate del tema de la resurrección de Lázaro.

Varias características de este conjunto de sarcófagos paleocristianos de La Bureba denotan una mezcla de influencias orientales y norteafricanas, como la tendencia a decorar los sarcófagos por sus cuatro caras (típica del mundo griego), los paisajes con palmeras y liebres, el tema iconográfico de la visión de Santa Perpetua (muy relacionada con Cartago)...

En el Museo de Burgos también se expone una sencilla pieza paleocristiana procedente de Buniel. Se trata de un pequeño bloque de piedra de forma piramidal con base cuadrada de apenas 25 centímetros de altura. Sus caras están decoradas con representaciones simbólicas y alegóricas de carácter cristiano, así como con un texto epigráfico, todo ello enmarcado por una sencilla incisión. La factura es bastante ingenua. En la parte superior se representa un crismón flanqueado por las letras alfa y omega, mientras que en la inferior aparece la siguiente inscripción: SALVATOR FIDELES SEGNV(M). En cuanto a su cronología, podría datarse entre los siglos IV y V y, respecto a su función, bien pudiera tener un sentido funerario.

Desde los primeros asentamientos visigodos de finales del siglo V hasta la invasión musulmana de la Península Ibérica (711-725) van a transcurrir más de 200 años en los que los germanos se fundirán en un único pueblo con los hispanorromanos. La cultura y civilización romanas no fueron interrumpidas por los recién llegados, pudiéndose afirmar que el mundo visigodo es una perfecta continuidad del mundo tardorromano.

Esta población visigoda nos ha dejado en la provincia de Burgos huellas arqueológicas en lugares como Amaya, Barbadillo del Mercado, Castrillo del Val, Clunia, Hinojar del Rey, Mijangos, Quintanilla de las Viñas, Rupelo, San Millán de San Zadornil o Santo Domingo de Silos.

En el Museo de Burgos, la cultura material de esta época está representada por piezas de uso personal, como los broches de cinturón de Amaya y La Vid o las hebillas y fíbulas de Briviesca, y objetos de uso ritual, como los osculatorios y vasos litúrgicos de Rupelo y Quintanilla de las Viñas. Especialmente notable es el anillo signatario de oro encontrado en Amaya. Presenta un chatón circular con tres pequeñas esferas a cada lado. En el centro aparece un ave y, a su alrededor, la leyenda + SABATAR.CE.

En este panorama de simples huellas arqueológicas destaca de un modo extraordinario la ermita de Santa María, en Quintanilla de las Viñas. Se trata de una construcción visigoda del siglo VII de la que sólo se mantiene en pie una parte de la cabecera. Lo más relevante de ella son los relieves que decoran sus muros. De talla biselada a dos planos de poca altura, se distribuyen exteriormente en tres frisos corridos superpuestos que se organizan mediante la sucesión de círculos tangentes.

El friso inferior se forma mediante roleos de zarcillos de vid, mientras que los roleos que constituyen los frisos intermedio y superior se configuran a través de una soga ondulante continua que se entrecruza. En el interior de los roleos del friso inferior aparecen racimos y hojas. Los del friso intermedio contienen una serie de aves alternando con viñas y otros arbustos, excepto en el muro oriental del ábside, donde unas rosáceas geométricas se combinan con monogramas. Por último, el friso superior, que sólo corre por parte del muro este de la cabecera, muestra en sus roleos una serie de animales cuadrúpedos. Esta interesante decoración de la ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas refleja cierto orientalismo tanto en la organización como en los motivos.

En el interior del edificio llama poderosamente la atención la decoración de la rosca del magnífico arco triunfal, cubierta con unos roleos de vides que contienen racimos, hojas y aves. Como capiteles de dicho arco triunfal se disponen dos bloques cuyas caras anteriores muestran unas curiosas figuraciones antropomorfas del sol y de la luna.

Procedentes de Quintanilla de las Viñas se exponen en el Museo de Burgos varios relieves decorados con roleos de hojas y racimos y un pie de altar de mármol blanco fechado en el siglo VII en cuyas caras se representan palmeras con dos racimos de dátiles colgando y una gran cruz patada con las letras alfa y omega.

Edad Media

Prerrománico

La Sección de Bellas Artes del Museo de Burgos comienza con una sala dedicada a las primeras manifestaciones artísticas de la Alta Edad Media. En ella destaca especialmente la colección de piezas mozárabes. Generalmente se conoce como arte mozárabe al arte cristiano español que se desarrolla desde la caída de la monarquía visigoda a comienzos del siglo VIII hasta la aparición del románico en el siglo XI. Se caracteriza por la introducción de formas constructivas y decorativas musulmanas en el arte cristiano. Los restos mozárabes que se conservan en la provincia de Burgos son muy escasos y aparecen asociados casi siempre a comunidades religiosas.

De Tordómar, concretamente del desaparecido monasterio de Valeránica, proceden dos fragmentos de cancel, un cimacio y parte de una tapa de sarcófago. Estos restos, fechados entre los siglos VIII y X, presentan una decoración a base de motivos vegetales y sogueados que recuerda mucho a la de la ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas, aunque la que ahora nos ocupa posee una mayor ingenuidad formal.

Los dinteles de ventana y la ventana geminada que se muestran a continuación fueron recuperados de la desaparecida iglesia de Valmayor de Cuesta Urria. La ventana geminada es una variación típicamente mozárabe en la que el doble arco de herradura se ha transformado en ojos de herradura geminados. También mozárabe es el pequeño ara de altar de la ermita de las Santas Centola y Elena de Siero. En el centro tiene una oquedad rectangular destinada a albergar reliquias. A la izquierda está grabada una cruz patada con las letras alfa y omega, mientras que a la derecha aparece un códice cerrado decorado con unas sencillas cantoneras angulares y un motivo de entrelazo. Por la parte superior corre la inscripción CIPRIANVS FECIT. Todo el conjunto está recuadrado por un marco formado por doble incisión lineal. De la misma época (siglos VIII-X) es el encantador capitelito de un parteluz decorado con hojas de talla muy plana procedente de la desaparecida ermita de San Baudelio de Busto de Bureba.

La lápida conmemorativa de la refundación de Lara de los Infantes en el año 867 se encontraba en la también desaparecida ermita de San Julián, mientras que el gran capitel mozárabe decorado con hojas de acanto procede de Padilla de Abajo.

Por último, en esta sala se expone una interesante selección de estelas sepulcrales altomedievales. Destaca la pequeña estela circular procedente del antiguo monasterio de San Pedro de Berlangas, en Tordómar. Tallada en sus dos caras, muestra en el anverso una inscripción que hace referencia a un tal García. En el centro aparece una cruz griega, de cuyos brazos penden las letras alfa y omega. Cronológicamente, esta pieza se puede encuadrar dentro del siglo X.

Románico

En la zona del Museo de Burgos dedicada al estilo románico debemos detenernos en primer lugar, dada su excepcional importancia dentro de la orfebrería románica, ante la Urna o Frontal de Silos. Realizada hacia 1165-1170, esta impresionante pieza, que revistió el sepulcro de Santo Domingo de Silos, es, sin duda, la obra maestra de la esmaltería silense. De forma rectangular, está compuesta por tablas de roble cubiertas por placas de cobre dorado y esmaltado con la técnica champlevé. La gama cromática del esmalte es de gran riqueza, destacando la diversidad de tonalidades azules y verdes y la ausencia del color amarillo.

Otra de las singulares piezas procedentes del monasterio de Santo Domingo de Silos es una arqueta formada por una serie de placas de marfil decoradas con motivos cinegéticos, atauriques y animales afrontados dispuestos en bandas horizontales. Esta decoración constituye uno de los mejores ejemplos de la influencia oriental en el arte hispanomusulmán. En lo que queda de la pestaña de la tapa se conserva una inscripción en caracteres cúficos que indica que esta pieza fue realizada en los talleres de Cuenca por Muhammad ibn Zayan en el año 1026. Posteriormente, en el siglo XII, se le añadieron en los talleres del propio monasterio dos placas de cobre doradas y esmaltadas en las que se representa, en la de la tapa, el Agnus Dei y, en la de uno de sus laterales, a Santo Domingo de Silos entre dos ángeles. Y es que, posiblemente, esta arqueta guardó las reliquias del santo.

Por último, hay que detenerse a contemplar otra de las emblemáticas piezas de este museo: La Tizona. Se trata de una de las espadas más célebres de Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), más conocido como El Cid Campeador. Fue adquirida en el año 2007 por la Junta de Castilla y León y la Cámara de Comercio e Industria de Burgos y depositada en el Museo de Burgos. Mide 78,5 centímetros de largo por 4,5 de ancho. Según los últimos estudios realizados, la hoja, de gran calidad, es contemporánea de El Cid, mientras que la empuñadura original fue sustituida por otra renacentista en la época de los Reyes Católicos. La hoja lleva inscritas las siguientes leyendas: AVE MARIA GRATIA PLENA DOMINVS TECVM e IO SOI TISONA FVE FECHA EN LA ERA DE MILE QVARENTA. Teniendo en cuenta que se refiere a la era hispánica, que comienza en el 38 a.C., correspondería con el año 1002 de nuestra era.

Gótico

Dentro del espacio dedicado al estilo gótico se expone en primer lugar una talla de San Juan Bautista de principios del siglo XIV procedente del monasterio de Santa María la Real de Vileña y, a continuación, una escultura que representa a Santa Ana, la Virgen y el Niño fechable también en el siglo XIV. Ambas obras son de escuela castellana.

A la desaparecida iglesia de la Natividad de Villasandino pertenecían los cuatro bultos funerarios de madera de nogal que presiden la sala. Se encuentran bastante deteriorados y han perdido casi toda su policromía. Desconocemos a quién pertenecen. Dos de ellos parecen formar pareja, un caballero con larga espada sobre el cuerpo y una dama, mientras que los otros dos representan a un caballero con su halcón y a un clérigo. La estatua de la dama lleva a sus pies un escudo nobiliario ajedrezado en azul y negro. Por su estilo, indumentaria y semejanza con piezas de los monasterios de Palacios de Benaver y Vileña, se puede fechar estas obras hacia finales del siglo XIII o comienzos del XIV.

Procedente del desaparecido convento de San Pablo de la capital burgalesa, un importante cenobio dominico que se encontraba donde en la actualidad se levanta el Museo de la Evolución Humana, podemos apreciar un frontal de altar de piedra decorado con escenas de la vida de Cristo dispuestas dentro de arquerías. Se trata de una obra de comienzos del siglo XIV que aún conserva restos de policromía.

En la siguiente sala se muestran dos esculturas góticas de madera policromada que representan a la Virgen con el Niño y a Cristo crucificado. Son de escuela castellana del siglo XIV.

Por último, en la entreplanta se exhiben varios tesorillos medievales hallados en distintos puntos de la provincia. Algunos de ellos, además de numerosas monedas de vellón y de plata correspondientes a distintos reinados y cecas, contienen joyas y vajilla de plata. Destacan los de Briviesca, que se encontraron en la zona de la antigua judería de la ciudad. En ellos merecen especial atención los platos de plata de carácter ritual decorados con motivos geométricos y vegetales nielados en oro. Uno de los platos conserva el punzón de platero más antiguo conocido de la orfebrería burgalesa. Completan la exposición de piezas góticas tres cruces procesionales de cobre con esmaltes de los siglos XIII y XIV.

Renacimiento

Un conjunto de mausoleos fechados entre los siglos XV y XVI nos sirve para enlazar la fase final del estilo gótico con las primeras manifestaciones renacentistas. En primer lugar, procedente del monasterio de Fresdelval, hemos de destacar el sepulcro de don Juan de Padilla, paje de la reina Isabel la Católica, que murió en la Guerra de Granada en 1491. Muy relacionado estructural y estilísticamente con el del infante don Alfonso de la Cartuja de Miraflores, este sepulcro de alabastro consta de un gran arco apuntado, dispuesto entre pilares adosados, que cobija el arca sepulcral y la escultura orante de don Juan, ejecutada con gran maestría. La decoración combina las tracerías tardogóticas con relieves y esculturas de caracteres ya renacentistas. Se trata de una de las obras maestras que Gil de Siloé realiza en Burgos a lo largo del último tercio del siglo XV.

También procede del monasterio de Fresdelval el gran sepulcro doble de alabastro de don Gómez Manrique y su esposa, doña Sancha de Rojas, fundadores del mismo. Desgraciadamente, el arca sepulcral se conserva incompleta, ya que faltan las figuras exentas de las hornacinas. Este mausoleo está considerado como una obra de mediados del siglo XV realizada por algún maestro borgoñón. Por último, tenemos el sepulcro de doña María Manuel, madre del famoso obispo don Luis de Acuña, que procede del desaparecido convento franciscano de San Esteban de los Olmos. El arca, de piedra caliza, está decorada con una Piedad (cabecera), un Calvario (pies), las imágenes de San Antonio de Padua, San Esteban y San Bernardino de Siena (lateral derecho) y la Estigmatización de San Francisco y los escudos de los Manuel y los Girón (lateral izquierdo). La figura yacente, de alabastro, viste de gala y lleva el cordón franciscano. Este sepulcro está atribuido a Simón de Colonia y fue realizado entre los siglos XV y XVI.

Seguidamente tenemos que destacar dos magníficos retablos que corresponden a épocas distintas. El primero, procedente del antiguo monasterio de San Pedro de Tejada, es un retablo de tablas pintadas dedicado a San Pedro. Se compone de dos cuerpos divididos en cinco calles. En el cuerpo inferior aparecen, en los laterales, los apóstoles y, en el centro, un Cristo de Piedad. En el cuerpo superior se representan “La misa de San Gregorio”, “La detención de San Pedro”, “La resurrección de un joven por San Pedro” y los obispos San Ambrosio y San Agustín. En la calle central se dispone la escultura en bulto del santo titular. Las pinturas, fechadas hacia 1503-1506, son obra de Fray Alonso de Zamora, también conocido como Maestro de Oña.

El segundo retablo, situado frente al sepulcro de doña María Manuel, está dedicado a la Asunción de la Virgen y procede del desaparecido monasterio cisterciense de Santa María la Real de Vileña. Es obra del escultor burgalés Pedro López de Gámiz y está datado en el año 1581. La Asunción aparece flanqueada por las imágenes de San Benito y San Bernardo, mientras que, en el ático, se representa una Piedad.

La magnífica puerta de madera de estilo mudéjar que se expone en esta planta, fechada entre los siglos XV y XVI, daba acceso a la Sala de Poridad del Arco de Santa María. Tiene decoradas las dos caras. En la externa aparece una estrella central con lacerías entre las que se intercalan flores, aves y escudos de Castilla y León. En la cara interna se representa un gran salvaje. Conectando con la muestra de pintura sobre tabla de la primera planta, podemos contemplar, justo antes de subir, dos obras dedicadas a los martirios de San Lorenzo atribuidas al denominado Maestro de Budapest, activo en Burgos en la segunda mitad del siglo XV. En ellas se representa al santo sufriendo el martirio de los hierros y el martirio de la parrilla.
Fuente y bibliografía:
Wikipedia

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