Catedral de Sigüenza

Catedral de Sigüenza

Introducción

Las obras de la Catedral de Santa María de Sigüenza dieron comienzo en el siglo XII, año 1124, a instancias del primer obispo y señor de Sigüenza, después de la Reconquista, D. Bernardo de Agén. Se prosiguieron las obras a través de la Baja Edad Media, quedando completo el edificio en el siglo XV y, procediéndose, a continuación a la erección de otras dependencias (sacristías, girola, etc.) y toda la ornamentación, altares, etc.

Las portadas (meridional y occidental) son románicas de la primera época, aunque con añadiduras posteriores neoclásicas y barrocas. A los lados de la portada principal aparecen sendas torres de recia presencia y estilo militar medieval.

El monumento estaba, en principio, incluido entre los muros de la muralla de la ciudad, que fue derribándose para hacer ampliaciones en la catedral y en la Plaza Mayor o del Mercado. Alrededor de la Catedral quedan hoy otras dependencias (la claustra y otros patios) que la hacen independiente del resto de la ciudad. Su presencia da tono y ambiente a la ciudad, que histórica (fue señorío de los obispos durante ocho siglos) y urbanísticamente se articula en torno a ella. La catedral, en su exterior, es un ejemplar de templo-fortaleza, hecha para orar y, en caso preciso, para guerrear.

Torres de la fachada principal

Esta fachada occidental de la catedral de Sigüenza semeja más la entrada de un castillo que de un templo. En el hastial, dividido por dos recios contrafuertes que apuntalan sólidamente los muros y prestan al conjunto una nota brava y belicosa, formando tres cuerpos que corresponden a las tres naves del templo catedralicio, se abren en cada una de éstos su respectiva puerta. Todas ellas son de estilo románico del siglo XII. La central, más abocinada y alta, carece de ornamentación en sus archivoltas. Se llama de los Perdones, porque, según la tradición, el día de San Ildefonso se logran indulgencias entrando por ella. Las laterales ofrecen magnífica decoración, con motivos fitomórficos, de tipo geométrico y cierta evocación y ritmo mudéjar, con labores muy finas y gran belleza. Fueron mandadas ejecutar por el obispo D. Cerebruno.

En esta fachada, donde el románico del siglo XII se combina con el gótico y con el barroco, en mezcolanza no del mejor gusto ni bien lograda, y coronando la puerta principal hay un medallón en bajorrelieve barroco, representando la aparición de la Santísima Virgen a San Ildefonso y la imposición de la casulla con sus propias manos.

Sobre éste, y en el cuerpo central, hay un atrevido rosetón que ilumina la nave mayor, formado por 12 radios, símbolo de los apóstoles.

Sendas ventanas románicas de arcos de medio punto se abren sobre las puertas laterales. Todavía en el siglo XIV, para reforzar los muros, se le adosaron a esta fachada arcos ojivales por encima de los ventanales de los cuerpos laterales y del rosetón de la nave central.

A ambos lados de la fachada principal se alzan dos to rres cuadradas de fuerte sillería, de piedra arenisca, de cuatro cuerpos delimitados por finas molduras salientes. En el cuerpo superior, que remata en almenas con gruesas bolas, se encuentran las campanas y poseen grandes troneras de arcos de medio punto. En los otros cuerpos inferiores aparecen escasos vanos y ventanas asaeteadas. La del lado izquierdo fue levantada por el obispo D. Bernardo y, en el siglo XVI, el obispo D. Fadrique de Portugal le adicionó el cuerpo de las campanas, por Francisco de Baeza, lo mismo que en la del lado derecho hizo en el XIV el cardenal D. Pedro Gómez Barroso (1348-1358). Estas torres almenadas que flanquean la portada principal, más que campanarios figuran potentes reductos defensivos. Ambas torres se comunican por una balaustrada de piedra que costeó el obispo D. Juan de Herrera (1722-1726).

El interior

Su planta es de cruz latina. El interior consta de tres naves, otra de amplio transepto y capilla mayor rodeada de girola. La cabecera y el transepto pertenecen al siglo XII, las naves bajas y las bóvedas del transepto al siglo XIII, la nave alta al XIV y al XV la reedificación de las crucerías de la nave central y la parte superior de la capilla mayor. Es, en conjunto, un bello ejemplar del cisterciense o primer gótico. Su estilo fundamental es el de la época de transición del románico-gótico de influencia aquitano-borgoñona. Puede asegurarse que es una de las más notables catedrales cistercienses. Las bóvedas muestran, desnudas, su gentileza; los ventanales mantienen íntegros su forma románica en las naves laterales, y gótica, en la central.

Tres de las columnas del coro son de fuste liso, y fueron las primeras en la construcción del siglo XII; las restantes son de baquetones agrupados; la columna derecha del crucero también, aunque de este estilo, se diferencia de las demás.

Entre las muchas capillas laterales, altares, coro, presbiterio, etc., que guarda esta catedral figuran obras señeras del arte español, todas ellas se analizan independientemente. En el brazo izquierdo del transepto, que cae sobre el altar de Santa Librada, hay que admirar un rosetón precioso por la valentía de su ejecución.

Respecto a los nervios y ojivas de las bóvedas que cubren esta catedral de Sigüenza, en parte edificadas en el siglo XIII, hay arcos ojivos cuya sección está formada por curvas cóncavas y convexas acordadas (un bocel entre dos profundas escocias), que proceden del arte gótico del norte de Francia.

Se ha suscitado el problema acerca de si son los nervios o los plementos los que constituyen la bóveda gótica. Autores hay que se inclinan por la teoría de que es la plementería la verdadera bóveda, en equilibrio por sí misma. Hay ejemplos de estas bóvedas, que han perdido los nervios pero que se mantienen en conjunto, en la catedral de Sigüenza.

Las Naves de la Catedral de Sigüenza El interior, muy sobrio, consta de tres naves separadas por fuertes pilares, excepcionalmente de planta cuadrada, con columnas gemelas empotradas en sus cuatro frentes, que cubren casi por completo. Las naves laterales, de menor altura que la central, pertenecen al siglo XIII. La nave principal se comenzó en 1495, en estilo gótico final, con la reedificación de las crucerías de esta nave, y la parte superior de la capilla mayor. La nave central se cierra en el transepto con la reja del coro y enfrente cierra otra hermosa reja la capilla mayor. Ésta es poligonal. La cubierta y la linterna del transepto, bombardeadas en 1936, han sido reconstruidas con altas bóvedas góticas que apoyan en gruesos pilares fasciculados y cilíndricos.

Las ventanas de la nave central son mayores que lo acostumbrado en las restantes iglesias, pero esta parte alta de la catedral seguntina se levantó pasado el primer cuarto del siglo XIII, bajo el influjo del arte gótico del norte de Francia.

Los tramos de la nave mayor son más largos que anchos. La consecuencia es que los apoyos están bastante separados, en contraste con lo que pasa en las iglesias plenamente góticas por lo que, como esta nave es algo ancha, la bóveda cubre una superficie considerable -103 m- y produce gran empuje.

Respecto a sus excepcionales dimensiones, bastará citar dos: los 10,20 m de ancho de su nave mayor y los 27 de altura de las claves de esa nave.

Forma la iglesia, según he dicho, una grandiosa cruz latina, que tiene de largo desde su pie, en la fachada occidental, hasta el altar de Nuestra Señora del Rosario, en el centro de la girola, 86 m, y de ancho en el transepto o crucero 38 m.

En el suelo de las naves de la catedral hay muchas laudas sepulcrales, ya desgastadas, que recuerdan, en borrosas leyendas, los nombres y los méritos de mitrados, canónigos y caballeros. Las lápidas tienen escudos, motes y divisas. La vida pasa a cada momento sobre ellas borrando, poco a poco, las águilas, yelmos y castillos de sus blasones.

Pocos lemas de las marmóreas sepulturas son legibles. El roce constante de los pies ha desgastado ya las letras, porque es ley de vida, de muerte y de olvido que de aquello que fue no quede ni el recuerdo.

Casi todos los pilares con dobles columnas descansan sobre altos y fornidos zócalos, moldurados y de planta octogonal.

Forman el perfil de sus basas un bocel superior y una moldura en cuarto de bocel abajo, entre los que se desarrolla una escocia no muy profunda. No faltan nunca las garras -hojas casi siempre- en los ángulos del plinto. Es muy frecuente que el cuarto de bocel inferior esté decorado con unos rehundidos semicirculares, a modo de festón.

La finura de su moldurado depende de la calidad de la piedra empleada. Con la arenisca de Sigüenza es posible obtener buenos perfiles.

Todos, o casi todos, los pilares de los pies de la catedral de Sigüenza, en correspondencia con todas las pilastras, tienen dobles columnas en los cuatro o en dos de sus frentes, flanqueadas de otras para apeo de los arcos doblados y con una en cada ángulo para arranque de los ojivos, empotradas de un medio a un tercio, aproximadamente, de su diámetro, y despedazadas con el pilar.

La característica más acusada de este tipo de pilar es su gran sección y la extraordinaria robustez consiguiente que supone máxima complejidad y magnitud al quedar envuelto por 20 columnas.

Los mayores en la catedral de Sigüenza tienen un ancho máximo de 3,76 m. Esta dimensión suele ser de un tercio a un cuarto del ancho de la nave mayor; en la de Sigüenza sobrepasa algo el tercio.

El diámetro de las columnas es mayor en las que apean los arcos ojivos que el de las destinadas a sostener la rosca exterior de los fajones y arcos formeros.

Los pilares con dobles columnas acusan la influencia languedociana.

La cabecera de la nave del transepto pertenece al siglo XII; al XIII sus bóvedas.

En el transepto, lado izquierdo, hay un precioso rosetón de tracería atrevidísima.

Los brazos del crucero están cubiertos por bóvedas sexpartitas, conforme a modelo angla-normando.

En el crucero es donde más se goza de las soberbias proporciones de la catedral. El arco toral del presbiterio es de una majestad soberana, constituido por haces de columnas con bellísimos capiteles. Digna de toda alabanza fue la feliz restauración efectuada en estos pilares, suprimiendo los huecos que para el paso a los púlpitos se abrieron en ellos, en época más moderna a su construcción, con gran peligro de su estabilidad y en contra de toda regla.

Adosadas a los cuatro pilares del centro del crucero, en su parte alta y antes de llegar al primer orden de capiteles, se contemplan cuatro estatuas, del segundo tercio del siglo XIV, que representan el Augusto Misterio de la Encarnación del Señor profetizado por Isaías y Zacarías, colocados a la izquierda, y anunciado por el arcángel San Gabriel a Nuestra Señora la Virgen María, a la derecha, con los blasones del obispo D. Simón Girón de Cisneros (1300-1326).

Capilla del Doncel

Es la capilla seguntina de mayor esplendor desde el siglo XVI.

Ocupa el extremo meridional del transepto y se abre a él por una magnífica portada, de comienzos del siglo XVI, de composición y decoración netamente renacentistas, con primorosas labores platerescas, obra de Francisco de Baeza, que mandó labrar el obispo de Canarias Fernando de Arce, hermano del Doncel, quien a la par que honró a los suyos dio palpable muestra de su buen gusto y enriqueció a la catedral con obras de muy subido valor artístico. La reja que la cierra es de Juan Francés, una de sus mejores obras, construida en 1526-1532, en la que se encuentran esos pesados remates que ha de repetir en la capilla de San Pedro Apóstol. Habiendo trabajado en estas dos capillas Francisco de Baeza se deberían a su inspiración, porque en ninguna de las dos obras anteriores de Juan Francés se encuentran, y sabido es lo fácilmente que se plegaba el rejero a las indicaciones de los artistas que dirigían las obras. La portada se remata en un frontón de bella composición con la Adoración de los tres Reyes Magos.

El interior es obra de los siglos XIV-XV. En ella se encierran los enterramientos de varios miembros de la familia noble Vázquez de Arce, que a cambio del privilegio que le otorgó el Cabildo en 1491 pactó con él, adornarla, y dotarla y poner en ella el culto con la mayor decencia.

En las jambas del arco artesonado se abren dos grandes hornacinas, que contienen las urnas de Martín Vázquez de Sosa y Sancha Vázquez (abuelos del Doncel). La efigie del caballero D. Martín viste un hábito sobre la cota de malla y sostiene entre las manos el largo montante. La de su esposa, Sancha Vázquez, yace como dormida. En el centro del panteón se levanta un soberbio mausoleo, que guarda las cenizas de Fernando de Arce y Catalina de Sosa, padres del Doncel, con las efigies yacentes.

En la pared, destacando entre ellos, el famosísimo mausoleo del Doncel (siglo XV), que tiene cinceladas labores en sus pilastras, en sus arcos y pinturas de la Pasión de Cristo, de estilo seco y expresivo que se han atribuido a Antonio de Contreras. No es posible entrar en la catedral sin visitar esta joya de la escultura universal, mundialmente conocida, siendo la obra que más atrae de este templo catedralicio. El más ostentoso enterramiento existente en la catedral es esta maravillosa estatua del joven e ilustre comendador D. Martín Vázquez de Arce, muerto gloriosamente en la guerra de Granada cuando sólo contaba veinticinco años de edad, reclinado sobre su sepulcro en la capilla de San Juan y Santa Catalina. Por encima del cuerpo del guerrero se lee en la pared un epitafio cincelado en caracteres góticos cuya inscripción funeraria reza así: Aquí yace Martín Vázquez de Arce, caballero de la orden de Santiago, que mataron los moros, socorriendo al muy ilustre señor duque del lnfantado, su señor, a cierta gente de Jaén, a la Acequia Gorda, en la vega de Granada. Cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce, su padre, y sepultólo en esta Capilla año 1486. Este año tomaron la ciudad de Loja, las villas de llora, Moclín y Montefrío por cercos en que padre e hijo se hallaron.

Murió don Martín en el mes de octubre de 1486. Pudo don Fernando de Arce recoger el último suspiro de su hijo, y cuenta el anónimo narrador que el moribundo, llorando al comprender su cercano fin y al recordar los deseos de su madre, dijo al caballero, su padre: "Rogad a mi hermano don Fernando que se mire en mi ejemplo y trate de complacer a nuestra madre dándose al estudio, ya que no lo hice yo. Y porque el haberme alejado de los libros me trajo tan prematuramente a rendir tributo a la muerte, quiero yacer en efigie sobre mi sepultura, teniendo a perpetuidad un libro entre las manos, para que se consideren desagraviados aquellos a quienes agravié contrariando en vida su gusto y consejos...".

Cumplieron el hermano y el padre la última voluntad haciendo erigir este monumento.

Las elegantes labores del gótico flamígero que se observan en este enterramiento lo hacen muy apreciable entre los monumentos funerarios de su género; pero su mayor importancia estriba en la bellísima estatua alabastrina del caballero que, armado de espada y puñal, vistiendo la cota de guerrero y adornado el pecho con la roja cruz de la milicia Santiaguista, aparece recostado sobre su lecho de muerte, con grave y tranquila actitud, abismado en la lectura y meditación acerca de alguna oración del libro de horas que tiene abierto entre sus manos, fascinando con esta pose de guerrero reviviente, que deja la espada para obtener más eternas victorias.

El alabastro blanco y bruñido transparenta las venas que azulean ligeramente, dando la sensación de que, pasada la lectura, el caballero dejará su lecho para proseguir la historia de sus gestas heroicas.

Su estatua es muy original por su postura y realismo. "La colocación de la figura del caballero, semitendida en la losa sepulcral, con las piernas cruzadas, el busto erguido y el brazo derecho apoyado sobre un haz de laurel, es tan original, tan única, que bastaría para interesar la curiosidad del visitante. Pero, además, la dulce melancolía que mana de la estatua, la serenidad de su semblante, la cansada luz de la capilla y el silencio absoluto de todo el recinto invitan a la meditación y al reposo."

El Doncel en su sepultura, más que monumento funerario parece un canto a las armas y a las letras. Las letras simbolizadas por el libro que el Doncel, indolentemente recostado sobre el lado derecho, con gesto sereno, lee. Las armas, en la fina cota de malla que ciñe su torso, en la acerada armadura que ampara brazos y piernas, y en el agudo puñal que pende del cinto. A los pies un leoncillo simboliza la inmortalidad.

Se ignora por completo quien fuera el autor de tal maravilla escultórica. "No es posible afirmar -ha escrito don Narciso Sentenach- si se debe al cincel español o al italiano; de ser española, nunca se labró más esmeradamente el alabastro entre nosotros; pero sea de quien fuere, no cabe mayor inspiración, ni creo que tenga semejante en el mundo. Para mí es obra tan sobresaliente, está tan bien colocada en aquella capilla, con luz tan apropiada y con tonalidad tan fina, adquirida por el tiempo, formando todo ello una nota artística tan de primer orden, que bien merece el viaje, como cualquiera de las más afamadas obras que puedan celebrarse".

Desgraciadamente y a pesar de las diligencias hechas es desconocido el nombre del escultor de tan simpática figura.

No está el Doncel moribundo, sino pleno de vida. No hay fatiga en su continente, sino naturalidad y sosiego. Sin duda en ello radica -aparte de la depurada técnica del cincelado el acierto supremo del anónimo escultor de esta joya que por sí sola da fama a la catedral y a Sigüenza, conocida como la «ciudad del Doncel». El Doncel parece vivo, como si sobre él y en él aleteara, en vuelo impalpable, el espíritu de la España eterna, paradigma y lección de psicología nacional.

Los pajecillos del frente del famoso sepulcro del Doncel llevan sayos cortos que guardan semejanza con los sayos largos que tienen todavía dos elementos característicos de la moda borgoñona, los dos que más tiempo se conservaron: silueta (torso ligeramente abombado, cintura hundida por detrás y más baja por delante) y el grupo de pliegues regulares delante y detrás.

En la misma capilla, no muy lejos del Doncel, duerme su sueño de piedra su hermano, obispo de Canarias (1522), solemne en sus ornamentos pontificales, profusamente decorados.

En la sacristía contigua se conservan los relieves de sus puertas.

Coro del Cardenal Mendoza

El coro es un gran conjunto oscuro y severo situado en alto, en el centro de la nave principal. En el siglo XII comenzaron en Francia a colocarlos en el centro, quedando al principio sin cerrar hasta los siglos XIII y XIV en que se hacen los trascoros. Tal costumbre fue seguida en esta catedral.

Su fábrica es de sillar, y el interior va revestido de una magnífica sillería de nogal secular y lustroso.

La planta es rectangular, con tres lados. Se compone de 84 estalos formando dos órdenes; el segundo colocado en un plano más alto que el anterior. Ambos órdenes están finamente tallados, por gente hispana, dado el desarrollo en superficie, con arreglo al gusto gótico abstracto (decoración geométrica sin imaginería) castellano de fines del siglo XV, bajo el mecenazgo del Cardenal Mendoza, celebrándose las Horas Canónicas, en este nuevo Coro, el 8 de Diciembre de 1491.

El orden inferior está destinado a los beneficiados y cantores, teniendo, a la altura de los brazales, respaldos, con tracería entreverada de arcos góticos y círculos lobulados, sobre los que descansan los atriles de los sitiales altos. El decorado de las sillas bajas es de menor importancia que el de las superiores, destinadas a canónigos y huéspedes o personas seglares invitadas, o con derecho a sentarse en el coro, cobijadas por un calado dosel corrido de arcos florenzados, orlados de crestería cairelada de una belleza y elegancia extraordinarias. Sus respaldares están separados por finísimas pilastras terminadas en agujas, y en los tableros, delicadamente tallados, dejaron los artistas Rodrigo Alemán (1495), el mejor tallista del último decenio del siglo XV, llamado Rodrigo Duque en la documentación del Capítulo Seguntino; Francisco de Coca (1498); Gaspar (1503); Petijuán (1518); Juan de Amores (1531-1532); Diego López (1499) y el seguntino Martín de Vandoma (1554-1578), una muestra evidente de su fecundidad creadora, pues con la base de la línea curva desarrollan un dibujo distinto en cada uno de ellos, decorando espacios con variadísimos elementos de la flora, formando, a pesar de la multiplicidad de detalles, un conjunto tan armónico que al primer golpe de vista parecen iguales todos los motivos. Las combinaciones geométricas de sus entalladuras se multiplican, demostrando la gran riqueza de imaginación de estos maestros, pues ni una sola vez se repite.

Es primorosa muestra del grado de perfección que alcanzaron los tallistas en la catedral de Sigüenza en el siglo XV. La gubia que ejecutó estas finas labores logró aciertos dignos de inmortalizar el nombre del seguntino Martín Vandoma y Rodrigo Alemán.

Los costados de las sillas están formados por unas volutas floronadas, en las que apoyan unas columnitas que sostienen los brazales altos, desprovistos por completo de adornos.

Los tableros para sentarse son giratorios, en dirección de abajo para arriba, con objeto de que puedan levantarse y dejen espacio en que pueda quedar en pie una persona entre los dos brazales, dejando entonces al descubierto un segundo asiento, formado por un trozo de madera en forma de repisa o soporte conocido con el nombre de paciencia o misericordia, por servir para descansar en él cuando la persona colocada ante el sitial o facistol se halla en pie; por igual motivo tienen una serie de brazales altos que permiten apoyarse en ellos al permanecer de pie. Las misericordias están decoradas con motivos antropomórficos, zoomórficos, fitomórficos, capiteles y especie de ménsulas lisas.

La silla episcopal, de mayor tamaño, está en el centro formado un grupo independiente. Es elegante y severa, y se ven en su dorsal los relieves de dos profetas bajo sendos arcos de medio punto, sobre los que dos ángeles tenantes sostienen el heráldico escudo del cardenal Mendoza, policromado, y sobre él pináculos, agujas, hojarasca, etc., combinado con gran acierto. Además, el trono del obispo tiene pomos y misericordia con los «droleries» típicos de los tallistas nórdicos. Estas figuras del trono hacen recordar la manera del nórdico Rodrigo Alemán. Y si tenemos en cuenta que el maestro tuvo relaciones con el Capítulo Seguntino, y que viajó a Sigüenza varias veces, nos parece que es pertinente suponer una influencia personal o al menos mediata del artista en esta parte importante de la sillería. El maestro Rodrigo Alemán debió haber trazado bocetos y luego haber enviado ayudantes para la ejecución; de ahí que su influencia se note con tanta evidencia.

Coronando toda la sillería aparecen dos tribunas para los órganos y altas balaustradas, obras platerescas del siglo XVI, elaboradas por el entallador Calderón (1524). Se cierra, frente al altar mayor, con magnífica reja renacentista, hecha por la escuela de forjadores seguntinos que la catedral sostenía.

Presbiterio y altar mayor

Se cierra este recinto por magnífica reja de hierro forjado del siglo XVII, a expensas del prelado fray Pedro González de Mendoza (1623-1639), hijo del príncipe de Éboli y Ana de Mendoza, duques de Pastrana. Fue ejecutada por los maeses Francisco Martínez y Domingo de Zialceta, rejero vascongado, que la forjaron en el breve tiempo de cuatro años, quedando colocada a mitad del año 1633. Cinco años después se pintó y doró, adicionándole el Calvario que hoy tiene por coronación y que ejecutó maese Juan Rodríguez Soberal. Se escolta desde el transepto por los dos famosos púlpitos de alabastro: el gótico-flamígero de la Epístola, o antiguo «predicatorio», del siglo XV, trazado por Rodrigo Alemán, pues en el año 1496 se queja de que se hiciera de alabastro por el maestro aragonés Gaspar. En su frente se representa la Virgen sobre nave con San Jorge y Santa Elena, alusivos a los títulos de don Pedro González de Mendoza (14681495); y el plateresco del Evangelio, siglo XVI, verdadera obra maestra del seguntino Martín de Vandoma, que lo cinceló, con escenas de la Pasión, en el breve tiempo de diecisiete meses, y a los lados del presbiterio se levantan algunos enterramientos de obispos y personajes relacionados con la catedral. En el muro de la Epístola, sobre la puerta de la nave absidal, el de don Alonso Carrillo de Albornoz, cardenal de San Eustaquio (1424-1434), que murió en Basilea en 1434, durante la celebración del famoso concilio de este nombre, en el que ejerció tanto influjo que, mientras él vivió, los pareceres se mantuvieron unánimes, y se dividieron al ocurrir su muerte. Cuando la nueva llegó a Castilla, estando D. Juan 11 de Castilla (1406-1454) con su corte en Medina del Campo, dice la «Crónica» de Fernán Pérez de Gúzman (1376-1458):

"La muerte del cardenal fue de gran daño en este tiempo, porque era un hombre muy notable y gran letrado, y servía mucho al rey y sostenía a todos los castellanos que en aquellas partes iban. Hubo el rey de su fallecimiento gran dolor y vistió paños de negro, y ansimesmo la reina y el príncipe y todos los grandes que en la Corte estaban."

Aunque en su sepultura aparece la fecha de 1426, añadida, se estima que se debió ejecutar este sepulcro unos diez años después, por encargo de su sucesor y sobrino don Alonso Carrillo de Acuña (1434-1446).

Se considera obra primeriza, en la que se percibe el influjo gótico-borgoñón. En el frente de la cama sepulcral se representa la historia de San Eustaquio, tratada pictóricamente, a los lados una bella Anunciación, San Pedro y San Pablo, y al fondo los santos Juanes flanqueando la imagen de San Eustaquio. La estatua yacente es de una labor exquisita; es obra debida al cincel de los escultores romanos del siglo XV. Se plantea la posibilidad de su entronque con el taller que gira en torno a Janin Lome (Jehan Lome), de Pamplona, que estuvo al servicio de Juan II de Castilla, por tierras de Castilla.

Los sepulcros contiguos de la parte baja, a la derecha, se abren por dos arcos superpuestos de medio punto el superior y escarzano el inferior, que cobijan sendas estatuas yacentes de sus sobrinos: doña María de Castilla (+ 1448) y de su esposo, don Gómez Carrillo de Albornoz (+ 1441), obras verdaderamente maestras, que justifican la existencia de un taller de escultura en piedra en torno a la casa de Mendoza. En el muro del Evangelio, contiguo a la subida al púlpito, y bajo un arco gótico de varias arquivoltas, con decoración lobulada por dentro y fitomórfica por fuera, yace revestido de pontifical don Pedro I de Leucate, con mitra y báculo.

La parte del fondo del presbiterio la ocupa el gran retablo mayor, formado por tres cuerpos: jónico, corintio y compuesto, adornado con tallas policromas, perfectamente trabajadas, obra renacentista de Giraldo de Merlo (1609, siglo XVII), de quien dice Cean Bermudez: "Que sus obras le acreditan por uno de los mejores profesores que había en España en su tiempo."

Giraldo de Merlo trabajaba entonces en Sigüenza. Desde Toledo escribe su mujer Teodora de Fonseca y Selva, el 10 de mayo de 1615, anunciando el pronto regreso de su marido ("estará aquí dentro de ocho días»), y el propio Giraldo de Merlo, en 20 de mayo («yo bine de Sigüenza la semana pasada").

Por encima surgen siete ventanales de arcos apuntados, muy estilizados, que forman el ábside del templo catedralicio, dotando a la capilla mayor del más grande foco de iluminación de la iglesia-catedral.

A espaldas del altar hay una hornacina que, en tiempos pretéritos, sirvió de archivo hasta el año 1514. Después fue convertido en oratorio para reserva del Santísimo Sacramento.

Al construirse la nave absidal de la girola o deambulatorio, dispuso el cabildo-catedral, de aquel entonces, que rompiendo el muro, en el centro del semicírculo, se abriese una ventana para iluminar el tabernáculo o camarín, cuya obra fue ejecutada por el maestro de obras y cantero Juan de Buega. La decoración que hoy ostenta, con una reja dorada por la parte de afuera, no se hizo hasta el 1687. Durante muchos años hubo allí una lámpara siempre encendida.

Sacristía de las Cabezas

Obra de las más importantes del Renacimiento español. Su diseño se debe a Alonso de Covarrubias, y su ejecución a diversos maestros: Francisco de Baeza, que se documenta su intervención como aparejador; Nicolás de Durango (1535); el maestro seguntino Martín de Vandoma (1554), etc., entre ellos.

Consta de una suntuosa portada renacentista, erigida en 1573, en la que intervienen los entalladores Juan y Pedro de Buega (1592-1593), bajo la dirección de Juan Sanz o Sánchez del Pozo (1571-1572), con columnas adosadas sobre altos pedestales, y se completa con varias hornacinas conteniendo esculturas de apóstoles. Los batientes de las puertas, de nogal, con tallas platerescas, con diversas santas, son magníficos bajo la dirección del maestro seguntino Martín de Vandoma. El interior se forma por una estancia, dividida en cuatro tramos, de planta rectangular. Su bóveda es encañonada y sorprende por la extraordinaria decoración del techo. Se cubre con centenares de casetones con 304 cabezas grandes y expresivas y más de 3000 en menor tamaño, a base de rostros sobre medallones, rosas y angelotes. Una serie de enjutas en los arcos laterales, del friso, etc., componen un conjunto iconográfico y ornamental único en España.

Las cajonerías son de nogal con tallas platerescas, obra del maestro seguntino Martín de Vandoma.

La Capilla del Espíritu Santo se abre, a la sacristía de las Cabezas, por medio de una portada, muy ornamentada, con arco de medio punto y reja bellísima, de hierro forjado, obra de Hernando de Arenas (1561), que no hizo la traza, sino que trabajó según dibujo ajeno, del famoso Xaimete o Xamete, que vivía en Cuenca y hacía dibujos por encargo para altares y monumentos. Es muy probable que no fuera esta la única traza que Xaimete dibujara a Arenas, ya que existe gran semejanza entre esta reja y la de la capilla de la Asunción de la catedral conquense, por lo cual debe ser aproximadamente de la misma época.

Esta capilla de las Reliquias y del Espíritu Santo, del siglo XVI, es de planta cuadrada, con interesante y complicada decoración plateresca en los muros, rematando en una bella cúpula hemiesférica sobre pechinas, y toda ella profusamente exornada con telamones, cariátides, tallas-relicarios de santos, apóstoles, evangelistas, profetas, sabios y altorrelieves, etc. Esta pieza es del maestro seguntino Martín de Vandoma, con quien colabora fundamentalmente maese Pierres (1524-1566), ejecutando las alegorías de la Ciencia, la Piedad, la Caridad y la Fortaleza, destacando las magníficas esculturas que decoran y realzan el monumentalismo de esta capilla, que es obra sumamente característica del manierismo.

Lo más digno de admiración es la pintura sobre lienzo, obra del pincel de aquel Doménicos Theotocópulos, que fue llamado «el Greco». Su inspiración más celeste que humana. La vista no se cansa de contemplar dentro de un rico y personal cromatismo, pleno de luminosidad, la fuerza de las alas del arcángel; el ritmo ingrávido de su cuerpo, movido únicamente a impulso de su espíritu, sin esfuerzo muscular alguno; la verticalidad que sugiere el conjunto de su figura anhelante, apoyada en escultórica nube; la suave intensidad expresiva del místico coloquio, acompañado de una gesticulación finamente reposada y deprecatoria; el acentuado alargamiento de rostros, manos y puntiagudos dedos, por los que, como se ha dicho, parece que va a escaparse el alma; el bello y amplio rompimiento del cielo, con la aparición, entre áureos fulgores, del Divino Espíritu, escoltado por querubines, y se deducirá que esta Anunciación cretense de la catedral de Sigüenza es una de las más exquisitas y espirituales versiones del augusto Misterio. Corresponde a la última fase del artista, principios del siglo XVII.

Altar de Santa Librada

Santa Librada fue, en tiempos pasados, la principal patrona de la ciudad y diócesis de Sigüenza, y en honor de esta virgen y mártir se levantó el insigne conjunto que constituye su retablo, su altar y su sepulcro.

El cuerpo de santa Librada lo trajo, en el siglo XII, el obispo D. Bernardo de Agén, con el fin de servir como fundamento espiritual y litúrgico de la Catedral de Sigüenza, que la venera con puro respeto y devoción, ufana de tener tan rico y precioso tesoro.

Es una de las mejores obras del arte plateresco (siglo XVI). Se encuentra adherido sobre el muro norte del brazo norte del crucero en la línea del sepulcro del cardenal Mendoza de Toledo. Su traza fue concebida por Alonso de Covarrubias, en la que bajo la dirección de Francisco de Baeza intervinieron Sebastián de Almonacid, Juan de Talavera, y Petijuán, a la manera de retablo-altar-sepultura, que fue restaurado en el pontificado de D. Fernando de Andrade y Sotomayor (1640-1645) añadiéndose las cartelas. Se compone de varios cuerpos sobre zócalo con temas ornamentales. En el centro del primer cuerpo se abre una gran hornacina con arco de medio punto que cobija el altar de la santa. Contiene un precioso retablo manierista-rafaelesco, con escenas de la vida de Santa Librada, magníficas obras realizadas, en 1525-1526, por el pincel de Juan Soreda, obras que testimonian el conocimiento de las producciones, más que de Bernardo di Bello, il Pinturicchio, que de Pietro Vannucci, il Perugino, que de nuestro Giovanni da Spagna, se parecen a las de la juventud de Rafael de Sanzio, de Urbino.

En el friso de la tabla central baja de dicho retablo se adaptan, también, escenas mitológicas, como los trabajos de Hércules, que simbolizan el triunfo frente al mal.

Aunque las representaciones mitológicas tuvieron algunos precedentes medievales, Soreda empieza a estudiarlos en una galería de temas mitológicos contenidos en la decoración pictórica del siglo XVI.

Desde la literatura latina hasta el altar de Santa Librada el recorrido se continúa.

El tema que alcanzó en España mayor cultivo fue el de Hércules, no siendo menos frecuente encontrarlo contaminado con temas cristianos en este retablo de Santa Librada. De la extensa iconografía de Hércules en el arte plateresco se recogen aquí algunos temas dibujados (como los episodios de Hércules o Alcides matando al centauro Neso, que quería robar a su esposa Deyanira; robando la boyada del rey Gerión, gigante de tres cuerpos; ahogando al gigante Caco, ladrón, por robarle sus bueyes tirándoles del rabo para dejar huellas falsas en el lugar de su huida, y finalmente sofocando, en el bosque de Nemea, a un león de terrible magnitud).

La superposición de tema mitológico con iconografía puramente cristiana es bien elocuente en este retablo de Santa Librada, en el que se representan cuatro trabajos de Hércules junto a la efigie de la santa. A sus lados, grandes escudos de D. Fadrique de Portugal, obispo fundador; los cuerpos superiores muestran, al centro, hornacina amplia que encierra urna de piedra y la arqueta de Santa Librada, patrona de la diócesis, en plata repujada, de estilo florentino (siglo XIV), donde se veneran sus reliquias. Obra importada de Italia y mandada hacer por el obispo D. Simón Girón de Cisneros, que nos ofrece en sus frentes y tapa figuras muy rudas de santas de poco más de medio cuerpo, afrontadas y dispuestas por parejas bajo frontones. El tercer cuerpo, más reducido, forma un alto frontón con escena labrada en relieve de la Anunciación de la Virgen. A los lados de las hornacinas centrales se abre una serie de ocho efigies de cuerpo entero de las hermanas de Santa Librada, nacidas todas, según leyenda, el mismo día y todas ellas declaradas santas.

Este monumento, labrado en piedra caliza, procedente de Angón (Guadalajara), y espléndidamente adornado, con imaginería a lo romano (dice un documento de la época), por sí sólo bastaría para afamar el mérito de la catedral de Sigüenza, porque representa para la historia del arte nacional las primicias del plateresco, introducido en España por Alonso de Covarrubias.

El mausoleo de D. Fadrique de Portugal también es obra capital del plateresco español, de la misma época y autor que el suntuoso retablo de Santa Librada (siglo XVI), con el que forma ángulo. Se hizo en torno a 1520, y en la que es verosímil la intervención como tracista a Alonso de Covarrubias, aunque su ejecución corriese a cargo de Francisco de Baeza y sus colaboradores Sebastián de Almonacid y Juan de Talavera. Consta de un gran zócalo en cuyo centro se lee una cartela con inscripción funeraria latina alusiva a su erección a expensas del fundador Don Fadrique, hijo de los condes de Faro, descendientes de la casa real portuguesa. Sobre él se desarrolla el primer cuerpo, formado por un cuerpo central en el que campea un gran escudo del obispo fundador. A sus lados, hornacinas con imágenes de San Francisco, a la derecha; y San Andrés, a la izquierda, separados, unos de otros nichos, por series repetidas de pilastras, balaustres y frisos decorados profusamente con todo tipo de ornamentación plateresca. El segundo cuerpo tiene una gran hornacina central en la que aparece en sepultura, orante, el obispo D. Fadrique, acompañado de dos clérigos, vistiendo amplias capas pluviales. En las hornacinas laterales aparecen sendas imágenes de San Pedro y San Pablo. Por encima aún se alzan otras escenas labradas representando la Piedad, en altorrelieve, y un Calvario.

Por todas partes sorprende la prolija y bellísima ornamentación de grutescos y balaustres platerescos. Obra sin par en la arquitectura española del plateresco.

La puerta de Jaspes, así llamada por su material, que es una pudinga marmórea, entre amarilla y roja, que comunica el claustro con el brazo norte del transepto, es lo más antiguo del Renacimiento en la catedral. Es obra de comienzos del siglo XVI, se hizo en 1504, y la tuvo a su cargo el pintor toledano Francisco Guillén (1498-1509), bien impuesto en las reglas de la arquitectura clásica, si es que la trazó él mismo, lo que no consta, resultando como una simplificación de la Santa Cruz de Valladolid, aunque lo más verosímil sea que proviene del influjo italiano directo. En cuanto a talla es pobrísima, debido a la dureza del material. Consta de arco de medio punto escoltado por dos pilastras, adosadas sobre pedestales, que resultan cortas, para lo que al orden corintio de sus capiteles corresponde. Sobre ello un entablamento y friso sobre el que surgen flameros laterales. En el friso se lee: B . CARVAIAL. CAR . S . +, aludiendo al famoso cardenal de Santa Cruz, D. Bernardino López de Carvajal, que además era obispo de Sigüenza, y sus armas heráldicas van en medio del frontispicio, avenerado y dispuesto entre los dos candeleros. Un alfiz gotizante lo encuadra todo. Su disposición, especialmente singular por lo que toca a estos remates, fue repetida con insistencia en el mismo edificio de la catedral y en la casa del obispo de Portugal. Todavía trascendió al palacio de Peñaranda de Duero (Burgos), obra relacionada con otras de Sigüenza.

Capilla de la Anunciación

La capilla de la Anunciación fue fundada en 1515 por don Fernando de Montemayor. Su fachada, que da a la nave del evangelio de la catedral, es muy curiosa e interesante. La clasificamos en el estilo «Cisneros-Isabelino» pues muestra una mezcla única e increíble de los más arrebatados detalles platerescos mezclados con paneles, mocárabes y detalles de recia estirpe mudéjar-morisca, amén de gótico-flamígero.

En la parte baja, a los lados del vano de ingreso, se encuentran dos magníficas esculturas de San Miguel y de Santiago. En las enjutas del arco, y entre labores de lacería moriscas, los escudos del fundador. Encima aparece un gran friso con paños de lacería a los extremos, y en el centro la Anunciación, con dos figuras; entre ambas, el jarrón de azucenas; todo ello bajo floridas arcadas gótico-flamígeras.

Otro friso corrido por encima con los escudos del fundador y del Cabildo sirve de arranque a una cornisa de mocárabes con figuras de leones a los extremos y como remate una afiligranada crestería gótico-flamígera, que soporta en el centro un Calvario. El interior cobija enterramientos de estilo plateresco del fundador don Fernando de Montemayor, del obispo D. Eustaquio Nieto y Martín (1917-1936), cuyo epitafio dice así: «HIC IACET EXCMVS. AC RVDMVS. DR D.D. EVSTACHIVS NIETO ET MARTIN. EPISCOPVS SEGVNTINVS. IN ODIVM FIDEI SACRILEGE OCCISVS DIE XXVII JULII ANNI MCMXXXVI». Cierra el interior una reja de Juan Francés. Su remate es del tipo del de la capilla de los Arce, pero más fino. Su friso inferior es igual al medio de dicha capilla. Las basas están dentro del grupo de todas éstas de la catedral, y ofrece dos particularidades curiosas: los barrotes, retorcidos, se cortan cerca de su terminación para convertirse en cuadrangulares, como los de la capilla de la Concepción del maestro Usón, y su friso medio es el único de chapa calada que encontramos en todo este conjunto.

Capilla de San Marcos y Santa Catalina de Alejandría

El muro de la fachada presenta decoración gótica. También el intradós del arco, muy decorado, muestra abundante decoración de tipo gótico y plateresco. Los escudos del fundador (don Juan Ruiz de Pelegrina) aparecen en la portada.

En el interior surge el magnífico enterramiento gótico del fundador, y un gran tríptico, de la escuela castellana, ya del siglo XVI, pintado poco antes de 1511. Es el retablo gótico de más valor artístico de la catedral, que ha sido objeto de la tesis doctoral Las técnicas pictóricas sobre tabla de los siglos XV Y XVI. El retablo, a cuyos santos se halla dedicado, se ha atribuido a Antonio de Contreras (1496). Su nombre aparece en la espada de la Santa (acaso firma copiada de un espadero) ANTONIVS I X XX O, que en 1496 pintó el desaparecido retablo de la capilla absidal de San Agustín. En él puede estudiarse el tocado masculino de Castilla durante el último cuarto del siglo XV, en el reinado de los RR.CC.: bonetes, carmeñolas o carmellonas, galotas, garvines, alharenes, almaizares, etc. Nos ofrece, también, rasgos arcaizantes en cuanto a su relación con el arte hispano-flamenco.

Claustro y capillas

De estilo gótico tardío, es obra de finales del siglo XV, se construyó a principios del XVI. De planta cuadrada, se adosa al costado norte de la Catedral. Se forma por cuatro pandas en cada una de las cuales se abren siete altos ventanales ojivales, cerrados por altas columnillas y calados con celosías de trazo gótico. Cada panda del claustro mide 40 m de largo. Posteriormente se colocaron entre los ventanales unos contrafuertes que sujetan unos arcos escarzanos que vienen a sustentar la cornisa del claustro en el que bajo la dirección de Alonso de Vozmediano (1498-1519), trabajan cuadrillas de canteros, encabezadas por Fernando y Pedro de las Quejigas, Juan de la Gureña o Gurueña , y Juan de las Pozas (1498-1519), imprimiéndole un sentido de espacialidad y monumentalismo de acuerdo con la nueva estética, correspondiendo ya los arcos escarzanos a 1515-1537.

El abovedado del claustro es a base de crucería y nervaduras con las dovelas claves labradas, muy hermoso.

En las claves de las bóvedas y en las repisas (donde descansan los arcos torales, formeros y transversales) el escudo del cardenal D. Bernardino López de Carvajal (1495-1511), y del Cabildo, alternando; y en el centro de los muros interiores las armas heráldicas del obispo D. Francisco Santos Bullón (1750-1761), como obsequio de la Corporación Capitular por haber sufragado el enlosado del pavimento. En sus muros laterales se abren numerosas capillas de subido mérito.

En el centro del jardín, del mismo, aparece un elegante y bellísimo brocal renacentista del magnífico aljibe de piedra sillería, que sirvió antiguamente para surtir de agua potable a los capitulares, beneficiados y muchos vecinos de la ciudad. Unas preciosas puertas de arcos semicirculares y decoración plateresca, cerradas por rejas del mismo estilo, dan acceso al jardín central de dicho claustro.

Capilla de la Concepción Es la capilla más interesante de cuantas contiene el claustro. Esta capilla fue fundada por don Diego Serrano, abad de Santa Coloma, y terminada en 1509. Es de estilo gótico flamígero. Una muy buena reja, de hierro forjado, la cierra al exterior. Se llamó al maestro Usón (1498-1519) para hacer esta reja. Su friso medio es exactamente igual al superior de la reja del coro de Alcalá de Henares, y los adornos de flores y hojas del remate son tan gráciles y finos como eran los de Alcalá, así como las basas. Por lo demás, el adorno de los barrotes del segundo cuerpo es completamente nuevo, y las dos sirenas, que forman la parte central, bastante flojas de ejecución. Pero toda la reja es, quizás, la más armónica y ligera de las de la catedral. La portada muestra un amplio arco escarzano muy moldurado y decorado finamente con elementos vegetales de tradición gótica. Se cerca de dos pilastras lisas, con los entrepaños cubiertos de grutescos, y se remata por friso también muy decorado con una escultura de la Virgen al centro y en lo alto.

El interior es muy bello, con capilla propiamente dicha, en la que destacan dos tribunas con balaustres, que descansan en dentellones góticos, y decoración plateresca, viéndose amalgamados los dos estilos. Una puerta da acceso a la sacristía. La bóveda, con nervaduras múltiples de terceletes y dovelas claves decoradas y polícromas, ofrece grata sensación estética.

La obra pictórica de esta capilla, que sorprende por su gran valor, ha estado inédita hasta hoy.

Lo más destacado son las pinturas, ejecutadas sobre los muros que están recreando un mundo repleto de símbolos y de alegorías, procedentes de la literatura de visiones y del trasmundo, inmerso en las corrientes culturales de la Edad Media y la tradición latina. El artista que pintó estas imágenes fue Francisco de Pelegrina (1531-1532), pintor vinculado con las obras plásticas de la Catedral de Toledo. La fecha de pago al pintor es la de 1532, aunque la petición de Diego Serrano para su ejecución fue en 1517. El coste fue de 10.000 maravedíes, sin el oro.

El espacio renaciente es un recodo privado y funerario, que exalta la ciudad simbólica de la Jerusalén Celeste, Ciudad Santa que aparece representada en las pinturas sobre los muros. Pero, sin duda, destacan especialmente las arcadas platerescas y el ciclo paisajístico que se evoca, creando un escenario desordenado que tiene por finalidad retratar un falso jardín, creado para disfrute de un espectador culto y humanista.

Es la visión del Paraíso terrenal, en la Catedral de Sigüenza, ya presente en las culturas egipcias y greco-romanas. Este Triunfo sobre la muerte se expresa en los símbolos de la Abundancia -las cornucopias-, en las Guirnaldas y en una rebosante decoración vegetal que prima en este emplazamiento donde reina la eterna primavera.

Entre los elementos más destacados de las vistas de este MIRADOR, se pueden señalar la Sirena y el Ciprés. Ambas imágenes forman parte de los tópicos de la literatura y la emblemática del momento y aluden al relato del jardín del más allá, visualización del Viaje poético al Paraíso que sitúa a la capilla funeraria como lugar de las Hespérides, representando la supervivencia del alma al separarse del cuerpo.
Fuente y bibliografía:
http://www.lacatedraldesiguenza.com

Fotografías de Catedral de Sigüenza

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Glosario de términos

Alfiz
De origen árabe, moldura que enmarca un arco de herradura. Se suele utilizar tanto en puertas como en ventanas.
Aljibe
Deposito subterráneo de agua
Almena
Cada uno de los prismas que coronan los muros de las antiguas fortalezas para resguardarse en ellas los defensores.
Altar
En el culto cristiano, especie de mesa consagrada donde el sacerdote celebra el sacrificio de la misa
Altorrelieve
Relieve que sobresale más de la mitad del bulto que sobresale del plano.
Arcada
Conjunto o serie de arcos en las fábricas, y especialmente en los puentes.
Arco
Elemento sustentante, que descarga los empujes, desviándolos lateralmente, y que está destinado a franquear un espacio por medio de un trayecto generalmente curvo.
Armadura
En arquitectura, cubierta de madera que cubre el techo
Artesonado
Techumbre, bóvedas o sistema de cubierta, formado por artesones o casetones.
Bajorrelieve
Relieve que sobresale del fondo menos de la mitad del bulto
Balaustrada
Cada una de las columnas pequeñas que con los barandales forman las barandillas o antepechos de balcones, azoteas, corredores y escaleras. Guarda cuerpo que se coloca a lo largo de una galería, balcón, tribuna, terraza, escalera, etc., por razones de seguridad y estéticas. Está formada por la sucesión de pequeños pilares unidos por un pasamanos.
Barroco
Estilo artístico basado principalmente en el exceso de énfasis y abundancia de decoración, en contraposición al clasicismo renacentista. Se situa entre 1600 y 1750 y su nombre proviene de la palabra barrueco que significa perla irregular, ya que este estilo marcaba exageradamente las formas irregulares y onduladas
Basa
Pieza inferior de la columna que sirve de apoyo al resto
Bocel
Moldura de cuarto de cilindro o redondeada
Cabecera
Testero de la iglesia o parte en que se halla el altar principal.
Cabildo
Órgano ejecutivo eclesiástico encargado del cuidado y gobierno de las iglesias mayores de la misma en sus aspectos litúrgicos y organizativos
Capilla
Edificio contiguo a una iglesia o parte integrante de ella, con altar y advocación particular.
Capitel
Parte superior de una columna, compuesta de molduras y otros elementos decorativos. Elemento colocado sobre el fuste de una columna que sostiene directamente el arquitrabe, arco etc. Los capiteles pueden ser vegetales, historiados (con historias), figurados (con personajes), antropomorfos (se reconocen figuras humanas), zoomórficos (animales conocidos) y fantásticos (animales no existentes). La voz proviene del latín capitellum diminutivo de caput (cabeza)
Cartela
Decoración enmarcando a modo de orla una parte central destinada a recibir emblemas, leyendas etc. Tabla o escudo sobre el que se coloca un emblema o leyenda
Casetones
Cada compartimento hueco y geométrico en que se divide la cubierta al cruzarse las vigas, formando una red. Son características del arte renacentista y suelen presentar un rosetón en el fondo
Centauro
Animal fantástico de busto humano y cuerpo de caballo
Claustro
Galeria cubierta alrededor de un patio generalmente cuadrangular y separada de él por columnas o arquerias. Suele estar adyacente a la iglesia y formando parte de un complejo mayor (catedral, monasterio etc.). Su etimologia procede de claustrum = cerrado.
Clave
Dóvela central de un arco o pieza central de una bóveda.
Contrafuerte
Construcción destinada a contrarrestar el excesivo empuje sufrido por una pared.También llamada estribo.
Cornisa
1. Coronamiento compuesto de molduras, o cuerpo voladizo con molduras, que sirve de remate a otro. 2. Parte superior del cornisamento de un pedestal, edificio o habitación.
Coro
Parte de la iglesia donde se situan los monjes o sacerdotes para cantar el oficio divino. A lo largo de la historia de la arquitectura su ubicación dentro del templo ha sufrido diversas variaciones, si se sitúa en la nave central se aísla mediante un cerramiento
Crucero
Espacio en que se cruzan la nave central de una iglesia y la que la atraviesa.
Cubierta
En general, sistema de cierre de la parte superior de una construcción.
Deambulatorio
Ver girola.
Dovela
Cada una de las piedras labradas en forma de cuña y que forman un arco.
Enjuta
Espacio que queda entre el arco y el dintel jpg
Entallador
Artesano que labra la madera, piedra o mármol. Puede considerarse sinónimo de escultor
Escocia
Móldura concava
Flamero
Decoración en forma de antorcha, vaso o copa, y de cuya parte superior surge una llama o fuego. Especie de brasero ardiente
Friso
Faja decorativa de desarrollo horizontal y especificamente la parte entre el arquitrabe y la cornisa en los ordenes clásicos.
Frontispicio
1. Frontón o remate triangular de una fachada. 2. Fachada o delantera de un edificio, mueble u otra cosa
Fuste
Parte de la columna situada entre la basa y el capitel
Girola
Pasillo que rodea por detrás el presbiterio o capilla mayor, prolongando las naves laterales. También se llama deambulatorio.
Grutesco
Decoración de animales fantásticos, vegetales, bichas, sabandijas, quimeras o humanos entrelazados. Es típica del arte renacentista
Guirnalda
Motivo decorativo de hojas, flores y frutos unidos por cintas, suspendidos en sus extremos describiendo una comba
Hastial
Triangulo superior de un muro enmarcado por las vertientes del tejado.
Hornacina
Hueco coronado por un cuarto de esfera, generalmente practicado en un muro y destinado a recibir una estatua, jarrón, tumba u otro objeto decorativo.
Icono
1. Representación religiosa de pincel o relieve, usada en las iglesias cristianas orientales. 2. Tabla pintada con técnica bizantina
Jamba
Elemento vertical que no es una columna y que sostiene con su pareja un dintel de una ventana o puerta.
Laud
Instrumento musical. La voz proviene del árabe al-ud
Lauda
Lápida o piedra que se pone en la sepultura, por lo común con inscripción o escudo de armas
Linterna
Torre pequeña más alta que ancha y con ventanas, que se pone como remate en las cúpulas de algunos edificios y sobre las medias naranjas de las cúpulas de las iglesias con el objeto de iluminar su interior. También por extensión se suele denominar linterna al cimborrio de una iglesia
Manierismo
Estilo artístico difundido por Europa en el siglo XVI, caracterizado por la expresividad y la artificiosidad.
Mausoleo
Monumento funerario y sepulcro suntuoso
Medina
Nucleo urbano de una ciudad musulmana, en ella se encontraba la mezquita, la madraza, la alcaicería y la zona comercial
Moldura
Elemento corrido que se coloca sobre una superficie para decorarla y que se clasifica según su perfil, siendo normalmente de poca anchura.
Nave
Cada uno de los espacios en que se divide longitudinalmente una iglesia.
Oratorio
Capilla privada fuera del ámbito eclesial
Panda
Cada uno de los lados que forman el claustro de los monasterios. La voz proviene del latín pandus que significa curvado
Pechina
Cada uno de los cuatro triangulos curvilineos sobre los que se sustenta una cúpula. Sirven para pasar de la planta cuadrada a la circular.
Pilar
Pilastra exenta, suele tener más consistencia que la columna.
Pilastra
Pilar de planta rectangular adosado a un muro.
Planta
Plano de la sección horizontal de un edificio.
Plateresco
Estilo español de ornamentación empleado por los plateros del siglo XVI, aprovechando elementos de las arquitecturas clásica y ojival.
Plinto
Pieza petrea donde se apoya las basas de las columnas y que sirven para elevar las mismas.
Portada
Puerta ornamentada o decorada.
Presbiterio
Zona elevada del templo cristiano en torno al altar.
Retablo
Obra formada por un conjunto de tablas de escultura o pintura religiosa para ser colocada detrás de un altar. Se divide verticalmente en calles, la central más ancha se llama espiga, y horizontalmente en pisos, el inferior se llama predela. El retablo está protegido por el guardapolvo o polsera. La palabra procede del latin retaulus y este a su vez de retro (detras) y tabula (tabla).
Sacra
O sacro, relativo al carácter sagrado o con carácter sagrado
Sepulcro
Es la obra que se construye para dar sepultura a una persona, generalmente en piedra y elevada respecto del suelo
Sillar
Bloque de piedra labrado y asentado en hiladas, con forma, dotado de seis caras.
Sirena
Animal fabuloso con tronco y cabeza humana y cola de pez, normalmente representada dividida en dos partes. Simboliza la tentación y el engaño de la carne
Sitial
Asiento de ceremonia con brazos y un alto respaldo.
Tenante
Cada una de las figuras de ángeles u hombres que sostienen el escudo
Transepto
Espacio transversal que aísla el ábside y el coro del espacio de la nave. Sobre él se eleva generalmente el centro arquitectónico o eje vertical mayor del conjunto, cubierto con bóveda y flanqueado de vanos.
Tribuna
Galeria sobre la nave lateral de un templo donde pueden alojarse los fieles
Tronera
Abertura en el parapeto de una muralla o en el espaldón de una batería, para disparar con seguridad y acierto los cañones o las armas.
Vano
Abertura o hueco abierto en un muro que realiza funciones de puerta, ventana, respiradero etc.
Venera
Motivo decorativo en forma de concha marina, similar a las conchas de peregrinos
Voluta
Rollo en espiral que adorna los capiteles jónicos
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