Campo de iglesia de San Juan Bautista de Montovo

Campo de iglesia de San Juan Bautista de Montovo

La primera referencia escrita sobre la iglesia de San Juan de Montoubo se fecha en 1236 y corresponde a una donación hecha por Teresa Fernández a favor del Monasterio de Santa María de Belmonte de "toda su ración en la iglesia de San Juan de Montobo". Posteriormente, este templo aparece recogido en la relación de parroquias mandada hacer por el obispo Gutierre de Toledo entre 1385 y 1386, donde consta "Santianes de Montoyo; húsala apresentar el abbad de Belmonte". Por desgracia, no se conserva ningún resto de esta primitiva fábrica medieval, arrasada en las reconstrucciones de la iglesia que tuvieron lugar en siglos posteriores, aunque es posible que se respetase la fisonomía cruciforme de su planta. Por su antigüedad, anterior al año 1800, esta iglesia se adscribe al régimen de protección del Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias, según establece la Disposición Transitoria Tercera de la Ley de Patrimonio Cultural de Asturias, aunque no cuente con ficha de inventario propia. La iglesia se localiza cerca de los edificios más antiguos y prestigiosos del pueblo, la torre (siglos XIII-XV) y la Casa’l Terrao (siglo XVI), formando todos ellos un conjunto que condensaba el poder laico y religioso de antaño. En origen, esta localización estaría más apartada del caserío que en la actualidad, pues el barrio más antiguo se sitúa en el otro extremo del pueblo, cerca de la fuente y lavadero. Esta ubicación remarcaría el carácter sagrado y extraordinario de la iglesia, vinculándola únicamente a los edificios señoriales, también separados del hábitat campesino, pero dicha segregación espacial se diluyó con el aumento demográfico de los siglos XVIII y XIX, y la subsiguiente expansión del caserío en dirección a la iglesia, único espacio que permitía albergar las nuevas construcciones. El núcleo central de la iglesia se compone de una única nave rectangular con testero recto y dos capillas laterales dedicadas a San Antonio de Padua y la Virgen del Rosario, ofreciendo por tanto un planta cruciforme. Posteriormente, se añadió un pequeño cabildo en la fachada, desde el que se accede al cementerio, y una sacristía en el costado noreste del ábside. Es posible que estas reformas aconteciesen en 1893, año en que se instaló la espadaña, y que, seguramente, también implicasen la rehabilitación de otras partes del templo. La entrada a la iglesia se realiza por una sencilla puerta arquitrabada abierta en el imafronte, sobre la cual es perfectamente visible un arco de descarga que dirige los empujes del muro hacia los laterales del vano. Bajo este arco y sobre la puerta, se encastra un bloque de caliza rosácea o griotte labrado en alto-relieve con una cruz sobre un montículo, junto a una palma y una especie de bastón o espada a los laterales, elementos que harían referencia a San Juan Bautista, patrón de la iglesia. A la izquierda de la puerta, los vecinos colocaron hace poco una lápida de mármol con la inscripción "VIVA SAN JUAN DE MONTOVO PATRONO DE ESTA PARROQUIA, AYÚDANOS EN SALUD Y DA PAZ A LAS PERSONAS". Se trata de un ruego genérico, pero que, en cierta forma, también recoge la creencia popular sobre las facultades sanadoras de este santo, a quien solía recurrirse para curar los dolores de cabeza, de garganta o la epilepsia. Ya dentro de la iglesia, junto a la puerta se sitúa una pila de agua bendita encastrada en el muro, donde los feligreses se santiguaban antes de adentrarse en el templo, marcando así el paso desde el mundo terrenal y humano del exterior al sobrenatural y divino del interior.

A los pies de la iglesia se desarrolla una tribuna de balaustres torneados, a la que únicamente podían subir los hombres del pueblo para oír misa, mientras que las mujeres y los niños debían hacerlo en los bancos de la nave. Esta costumbre queda evidenciada en los diferentes grafitis de temática masculina que aún se conservan en sus paredes, como una pareja de legionarios enfrentados junto a la palabra "socios", un busto de hombre fumando en pipa, y diferentes firmas de vecinos: "José Ramón", "Antonio García", etc. El innegable valor cultural de estos dibujos y autógrafos trazados a lápiz, no sólo como expresión de la distribución de sexos en el interior de la iglesia, sino como muestra del "arquetipo varonil" de épocas pasadas, aconseja que se respeten y se procure protegerlos de cara al futuro re-encalado de las paredes de la iglesia. En las fiestas de San Juan y del Corpus Christi también subían a la tribuna el coro y el gaitero y cantor contratados por el pueblo para tocar en la misa. Es lógico pensar que esos días, algunos hombres se verían obligados a bajar a la nave y sentarse junto a las mujeres, pues la estrechez de la tribuna difícilmente permitiría el acomodo de tantas personas. Las partituras del coro se colocaban en el soporte y brazo de madera que, a modo de atril, están clavados en la balaustrada de la tribuna. Los vecinos del pueblo aún recuerdan algunas canciones que solían interpretarse en la misa del Corpus Christi: "Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar/ y la Virgen concebida sin pecado original". Bajo la tribuna, en una esquina de la nave, se dispone una pila bautismal campaniforme con tapa de madera, al lado de la cual se colgó en la pared una cruz con la inscripción: "DIOS/ PADRE/ JUSTO/ MUERTE/ JUICIO/ INFIERNO/ GLORIA/ 30.X.68/ CME": Es muy probable que se trate de una ofrenda, donada en 1968 por algún vecino como pago de una petición a la divinidad que finalmente le fue concedida. Su factura es muy tosca y todo indica que fue fabricada por el propio donante, indicado con las iniciales CME, lo que le confiere un gran valor añadido. La gran tabla de madera pintada con una talla de Cristo crucificado, apoyada en el muro del arco triunfal, también responde a este tipo de religiosidad popular.

En los laterales de la nave se abren dos capillas, a las que se accede por sendos arcos apainelados. Éstos se encuentran totalmente ocultos por la carga y encalado de las paredes, pero cabe suponer que, en origen, presentarían una decoración pictórica similar al arco de triunfo, con el que también comparten unas impostas en listel de cierto desarrollo.

La capilla de la epístola está dedicada a la Virgen del Rosario y cuenta con un sencillo altar de madera sobre el que apoya un magnífico retablo rococó de perfil semicircular adaptado a la bóveda de la capilla. Dispone de una única hornacina, ocupando la posición central, que está protegida por una puerta acristalada, seguramente añadida con posterioridad. Su arquitectura consta de dos columnas de estípites y un entablamento rematado en luneta. Utiliza una viva policromía de azules, rojos, verdes y dorados para crear complejas filigranas, trazar volutas y pintar motivos vegetales. La predela del retablo tiene dos cartelas talladas con inscripciones diseñadas para leerse unidas: "ESTE RETABLO, CORONA/ DE PLATA Y LÁNPARA LO" + "HIZO A SU COS[T]A E[L] SEÑOR/ DON PABLO M[E]N[ÉNDE[Z], CURA, AÑO DE 1790". La primera de ellas hace referencia no sólo a la realización del retablo, sino al encargo de una corona de plata para la santa y de una lámpara de aceite para iluminar la capilla. De hecho, la polea que izaba la lámpara y el gancho para atar la cuerda que la sostenía todavía se encuentran en las paredes de la capilla. También el ábside y la capilla de San Antonio conservan estos elementos, lo que suele ser bastante excepcional, pues casi todos se eliminaron al implantarse la iluminación eléctrica en las iglesias. La segunda inscripción destaca el hecho de que fuese el cura quien costease el retablo, cuando lo habitual era que los fieles corriesen con los gastos de este tipo de encargos mediante reparto vecinal, cuando el dinero de la fábrica de la iglesia resultaba insuficiente. En el espacio que hay entre la portezuela de la hornacina y la entrecalle izquierda, aún es posible leer, no sin cierta dificultad, parte de una inscripción que apenas se advierte, por situarse en un espacio muy estrecho y estar parcialmente oculta por la portezuela. Parece estar escrita con poco cuidado y precisión, quizá del puño y letra del párroco, que señaló: "es/ del a-/ño 1709/ el de San A[ntonio]/ man[do]/se da[r el enca]/rgo sien-/do cu-/ra/ don/ R[am]-/ón". Este texto hace referencia a otro retablo dedicado a San Antonio, es decir, el que se encuentra en la otra capilla de la iglesia, y posiblemente fuese escrito por el cura Pablo Menéndez poco después de instalar el retablo de la Virgen del Rosario, con la intención de fechar también el antiguo, tal y como se había hecho en el patrocinado por él mismo. Por motivos desconocidos, la imagen de la Virgen del Rosario, coetánea al retablo, no se encuentra en su capilla, sino en un improvisado altar situado en el muro del arco triunfal. La capilla del evangelio está dedicada a San Antonio de Padua y alberga un retablo que, según lo dicho anteriormente, se fecharía en 1709. Sus dimensiones son muy pequeñas y su arquitectura es de gran sencillez. Está compuesto por una hornacina central con cuatro columnas laterales acordonadas, que sostienen un entablamento terminado en un tímpano apainelado con volutas. Su policromía, a base de rojos, azules y dorados, se encuentra muy perdida y desvaída, pero, aún así, no desluce el efecto de las tallas de rosetones de la predela, las flores de la hornacina o sus fondos vegetales pintados. Es posible que este retablo fuese financiado con los donativos de los vecinos, también empleados para pagar otros gastos de la iglesia, pues en 1717 se hizo constar en el Libro de Fábrica que los feligreses "dan en tiempo de la cosecha de los frutos muchas limosnas a imágenes". La imagen de San Antonio de Padua no es la original del retablo y debió ser comprada por los vecinos a principios del siglo XX.

El presbiterio se encuentra elevado sobre una tarima de madera y está separado de la nave mediante un sencillo arco triunfal apainelado, aderezado con pintura rosada y dibujos ondulados ocres. Esta decoración también se practicó en el recerco de la puerta de la sacristía, abierta en el costado este del ábside, como una forma de unificar este espacio y destacarlo frente al resto de la iglesia, que no tiene elementos decorativos. La imposta del arco triunfal se prolonga mediante línea a media altura en todo el perímetro absidial, creando un conjunto estéticamente unitario. El retablo mayor ofrece unas características estilísticas muy semejantes a las del situado en la capilla de la Virgen del Rosario, fechado en 1790, que permitirían datarlo en años similares y atribuirlo a un mismo taller escultórico. La arquitectura del retablo se organiza en tres calles de un solo piso con ático, y adopta un perfil semicircular en correspondencia con la bóveda que cubre el ábside. La actual imagen de San Juan Bautista, atribuible al siglo XVIII, es demasiado grande para colocarse en el retablo mayor y suele disponerse sobre unas andas, las mismas que se utilizan el día de la fiesta para la procesión. Las hornacinas laterales del piso albergan las imágenes de San Pedro, tocado con mitra y sosteniendo una llave, y Santa Catalina de Alejandría, mostrando la rueda de su martirio. La hornacina del ático contiene la imagen de San Miguel Arcángel, ataviado con armadura y dominando al demonio con una mano mientras en la otra sostiene una espada. A sus laterales y a modo de falsas pilastras, se encontraban dos imágenes, de las cuales sólo se conserva una vestida de diácono, que podría tratarse de San Ildefonso. Estas tallas se sitúan sobre el entablamento del retablo, en correspondencia con la verticalidad marcada por las columnas que componen las entrecalles del piso inferior. Este retablo utiliza el contraste de sus rojos, azules y dorados para crear un juego cromático muy dinámico, que potencia los intrincados diseños de filigranas, guirnaldas, mascarones y motivos vegetales que lo decoran.

En el paño noreste de la cabecera se encuentra la puerta que da acceso a la sacristía. Se trata de un espacio muy pequeño que apenas alcanza para colocar el mueble donde guardar las casullas, vestiduras y otros objetos litúrgicos. Este cuarto se construyó con posterioridad al cuerpo de la iglesia, a juzgar por la ventana del testero, cuya iluminación quedó cegada tras levantar la sacristía, y por la recolocación de una de las piedras que forman la línea de imposta del ábside, rompiendo la geometría del conjunto, para poder abrir la puerta de la sacristía. Resulta difícil atribuir una fecha concreta a su construcción, pero quizá formase parte de la reforma realizada en el templo el año 1893, cuando se añadió la espadaña. En su interior se guarda un confesionario de tipo banco, donde el párroco se sentaba a l avista de todos mientras el fiel confesaba arrodillado en el suelo. Es mucho más antiguo que los otros dos que conservan, situados en la nave y la capilla de San Antonio de Padua, pertenecientes a una tipología que podríamos denominar de armario, en la que el párroco se sentaba en su interior y después cerraba la puerta.

La cubierta de la nave se resuelve a dos aguas y presenta toda la estructura de madera vista dispuesta en par y nudillo, lo que incrementa el sabor rural y arcaizante del interior, únicamente roto por las baldosas modernas que sustituyeron las tablas originales del piso. Los vecinos comentaron que éstas se encontraban en un estado deplorable, dificultando la circulación en el interior del templo, y que era frecuente que saliesen sapos de sus intersticios, tal era el desgaste que padecían. Por su parte, el ábside y las capillas laterales presentan una bóveda de cañón que, en las dos últimas, recientemente se forró con entablillado de pino.

La iluminación de la iglesia se resuelve mediante dos pequeñas ventanas arquitrabadas abiertas en el paramento noreste. Cada una de las capillas cuenta con una ventana que, en el caso de la de San Antonio, se completa con un óculo monolítico. El ábside disponía de una ventana también calada en el paño noreste, pero la iluminación que proporcionaba quedó anulada al adosarse la sacristía. En líneas generales, se trata de una iglesia bien iluminada. Entre los objetos litúrgicos de la iglesia, cabe mencionar el sagrario dorado que ocupa una de las hornacinas del altar mayor y el cepillo o cepo colocado en el altar de la capilla de la Virgen del Rosario, decorado con una pintura de Jesús y la talla de dos ángeles.

La espadaña trífora de la iglesia se construyó en 1893, tal y como reza la inscripción grabada en el chapitel que la corona: "AÑO DE 1893". Consta de tres campanas, las dos mayores situadas en el sector inferior y la pequeña en el superior. Las primeras se utilizaban para llamar a misa dominical, anunciar las fiestas, comunicar el entierro de algún vecino, alejar las tormentas o avisar de que se estaba produciendo un incendio. La función de la más pequeña, llamada campano, no está muy clara, pudiendo servir para tocar a misa diaria y anunciar los entierros de párvulos, pero también para señalar la consagración de la misa. Esta ceremonia se practicaba en el culto antiguo, ya fuese repicando la del campanario o una campanilla que portaba en la mano el capellán o monaguillo, pero desapareció tras el Concilio Vaticano II (1962-1965). También es posible que este campano indicase que la parroquia de Montoubo tenía por anejo la de El L.lamosu, pero ningún vecino recuerda nada al respecto, por lo que, de momento, su función concreta aún permanece abierta.

Curiosamente, en el pueblo de Montoubo la convocatoria a concejo no se anunciaba con las campanas de la iglesia y la asamblea tampoco tenía lugar junto a ella, pese a contar con una gran explanada muy a propósito. Según refirieron los vecinos, el alcalde de barrio se encargaba de lo primero haciendo sonar una corneta y la reunión se celebraba en una pequeña llanada formada por la conjunción de varios caminos, justo antes de tomar el que baja a la iglesia y en un lugar que casi podría decirse que es el centro geográfico del pueblo. De hecho, el hórreo situado junto a esta llanada se utiliza para colocar los bandos y resoluciones del Ayuntamiento de Miranda, esquelas, y otras noticias de interés para los vecinos.

Se desconoce desde cuando se implantó esta costumbre, pero todo indica que es relativamente reciente, quizá después de la Guerra Civil (1936-1939), coincidiendo con la importante emigración que padeció el pueblo y de la cual ha quedado constancia en la placa conmemorativa que preside la fuente, lavadero y abrevadero del barrio más oriental del pueblo. Esto explicaría que las juntas vecinales se celebrasen en un lugar tan estrecho, donde apenas pueden concentrarse más de diez personas. Las campanas que hoy penden de la espadaña no son las originales, sino unas compradas para sustituirlas. Los vecinos no recuerdan en qué momento se produjo este cambio, aunque insisten en que no se trató de un robo y que más bien debería calificarse de sustitución interesada, pues quien se llevó las antiguas campanas también se encargó de conseguir otras nuevas.

La iglesia de San Juan de Montoubo fue restaurada en el año 2003, gracias a una subvención de siete mil euros concedida por la Consejería de Cultura del Principado de Asturias y a las aportaciones de los vecinos, que también contribuyeron con la mano de obra. Estos trabajos consistieron principalmente en retejar la iglesia y adecuar la cubierta del cabildo. Para esto último se eligió una solución moderna, en vez de la cubierta original a tres aguas, techándolo a dos vertientes y dejando abierto el hastial, donde se colocó una gran cruz de madera soportando la cubierta. En 2010, los vecinos residentes fuera del pueblo acometieron una segunda restauración de la iglesia, esta vez centrada en el interior, para reparar la tribuna y el entablillado de la bóveda de las capillas. Sin embargo, ninguna de estas intervenciones ha conseguido terminar con las manchas de humedad que afloran en la parte inferior del paño Suroeste, posiblemente debidas a las filtraciones de agua provocadas por la disposición inclinada del terreno. Los vecinos también razonan que, en ese viento, los cimientos de la iglesia apoyan sobre un afloramiento rocoso donde se acumula el agua, que luego se transmite a las paredes.

En líneas generales, la iglesia de Montoubo se encuentra en buen estado de conservación, gracias al interés de los vecinos, siempre preocupados por mantenerla en óptimas condiciones. Una muestra de ello es que las mujeres del pueblo, principalmente aquellas nacidas en él pero que residen fuera y sólo pasan allí las vacaciones, fines de semana y otras fiestas, se encargan de lavar y almidonar las sabanillas que cubren los tres altares de la iglesia. También fueron ellas las que confeccionaron a ganchillo las cenefas caladas que decoran sus bordes y periódicamente limpian la iglesia y sus ornamentos. Actualmente, se celebra misa en la iglesia los sábados de cada quince días, debido a que el párroco que la sirve es el responsable de todas las parroquias y capillas del concejo, y no puede cumplir con este deber todas las semanas.

Pegado al paño septentrional de la iglesia se localiza el cementerio, de pequeñas dimensiones, sin pretensiones y organizado en secciones con las familias del pueblo. Junto a la iglesia y el tejo forma un conjunto de innegable valor cultural e imposible de disociar, donde las partes se relacionan de forma simbiótica creando un contenido simbólico que las dota de sentido.

Fiestas y celebraciones

Resulta llamativo que sean los nacidos en Montoubo que ya no residen en el pueblo los principales interesados en cuidar la iglesia y su entorno, quizá como un medio para consolidar los lazos de unión con su lugar de origen y reafirmar su identidad. También influye el hecho de que, cuando regresan al pueblo, quieren verlo en buenas condiciones y poder disfrutar de la fiesta patronal de San Juan, cuyo epicentro es la iglesia. La realidad es que en el pueblo hay pocos vecinos que residan en él durante todo el año y todos ellos tienen edades muy avanzadas. La mayoría están jubilados por "la Agraria" y cobran una pequeña pensión que, muchas veces, les impide colaborar tanto como quisieran en las derramas para arreglar la iglesia. Hace tiempo, cuando el pueblo no presentaba problemas demográficos, todos los vecinos contribuían para financiar estas obras, cada uno en la medida de sus posibilidades, y siempre aportando la mano de obra y los medios de transporte necesarios por el sistema de sestaferia.

A principios de la década de 1990, los nacidos en el pueblo que no residían en él encabezaron una iniciativa para crear una comisión, denominada Asociación "El Teixu", encargada de organizar las fiestas. La elección de este nombre, que hace referencia al tejo plantado junto a la iglesia, no es circunstancial, sino que remite a uno de los iconos más emblemáticos del pueblo y a la idea de naturaleza, que es lo que buscan cuando pasan sus vacaciones y días de descanso en el pueblo, por contraste con el ámbito urbano donde residen todos ellos. La iglesia podría ser otro de estos iconos, pero implica una carga religiosa e ideológica que no todos comparten. Algo parecido sucede con el tercer icono del pueblo, la torre medieval, con la que no se han generado lazos afectivos por tratarse de unas ruinas tan alejadas en el tiempo que ninguno de ellos vivenció ni siente que formen parte de su experiencia vital en el pueblo.

La Asociación se encarga de preparar la fiesta patronal de San Juan, celebrada el 24 de junio, aunque, si este día cae en semana, se retrasa su celebración hasta el sábado o el domingo siguiente, para que puedan acudir los vecinos "de fuera". La víspera organizan una cena para todos, así como un campeonato de tute y brisca. El día de la fiesta, al término de la misa y procesión, los vecinos se reúnen a tomar el vermú en la antigua escuela, situada frente a la iglesia. Hacia las ocho de la tarde, comienza la verbena, con un escenario para los músicos en la llanada que hay a derecha de la iglesia, reservándose la explanada como pista de baile. Al finalizar la noche, se sirve una "chocolatada". Llama la atención que ningún vecino, incluso los de mayor edad, recuerde que ese día se subastase el ramo, cuyos ingresos se destinarían a sufragar los gastos de la iglesia, quizá porque esta costumbre se perdió hace tiempo, debido al vacío demográfico del pueblo.

La Asociación también organiza una "cordeirada" el día después de la fiesta de la Veiga de Cueiro (primer sábado de septiembre), que tiene lugar en esta braña, punto de confluencia entre los concejos de Miranda, Gráu, Somiedu y Teberga, donde antiguamente también se celebraba una feria de ganado, antes de que los animales bajasen al valle. El día de la "cordeirada", se colocan mesas para servir la comida a todos los vecinos, desde el camino que se dirige a la iglesia hasta la explanada. La Asociación tiene su sede en la antigua escuela, que cuenta con un pequeño bar y televisión, donde se reúnen los vecinos. También construyeron una parrilla aprovechando el talud del lateral derecho de la iglesia, en cuyo tímpano se grabó sobre el revoque fresco la inscripción "ASOCIACIÓN «DEL TEYXU»".

Hace años, también se celebraba una romería el día de San Antonio de Padua (13 de junio) y de la Virgen del Rosario (7 de octubre), pero ninguna de ellas se festeja ahora. La fiesta del Corpus Christi, que sí se mantiene, sufrió un importante revés en la década de 1990, cuando desapareció el altar sacramental, formado por un pie bajo una plataforma rectangular de piedra, donde se exponía la custodia con el Santísimo Sacramento a los fieles. Esta mesa se localizaba entre el tejo y la torre medieval, y todos los vecinos opinan que fue robada para usar sus piedras en alguna construcción de nueva planta o en la rehabilitación de alguna casa. Hoy en día, los vecinos colocan en su lugar una mesa plegable cubierta con una sabanilla y adornada con flores, solución que todos ellos califican de algo "a lo pobre".

Análisis físico y cultural del tejo

Tejo San Juan Bautista de <a href='https://www.asturnatura.com/turismo/guia/montovo-3834'>Montovo</a>
Tejo de San Juan Bautista de Montovo
El tejo de Montoubo es un ejemplar masculino de tres metros y medio de perímetro troncal y constituye un caso excepcional dentro de los que forman parte de este estudio, porque es el único del que conocemos la fecha exacta de su plantación y el nombre de quien la promovió. En el Libro de Casados y Difuntos de la parroquia de San Martín de La Iguarda (Miranda) se localizó una interesante anotación, escrita por su párroco en el pergamino de sus tapas, donde se nos dice:

"Yo, Domingo de Alba de la Vega, natural de Quintana, cura de Leiguarda, he plantado un texo delante de la puerta de la Iglesia y lo hize la noche de Santa Oblalia del año de mil y setecientos y diez, y conociendo el gran adorno que era, envié al lugar de Fresnedo otro a mi costa, el 23 de Septiembre de mil y setecientos diez y nueve y también envié otro, a mi costa, al lugar de Montovo, concejo de Grado, el veinte de febrero de mil y setecientos y veinte y uno, que está junto a la posada de la Losa"

Esta cita refiere la fecha aproximada de plantación del tejo, el 20 de febrero de 1721, pero también apunta los motivos que la indujeron: "conociendo el gran adorno que era". En este caso, la plantación del tejo no se vincula a ningún acontecimiento relevante, como podrían ser la inauguración, rehabilitación o ampliación de la iglesia, sino que obedece a cuestiones puramente estéticas. Lo importante era crear un entorno agradable para el disfrute de los fieles y su párroco, embellecer el "campo de la iglesia" y dotarlo de atractivo. Esto sirve de explicación para los numerosos árboles ornamentales que suele haber en casi todas las iglesias asturianas y también coincide con el interés de muchos vecinos, como Angelita de San Martín del Mar (Villaviciosa), por plantar árboles y setos junto a ellas para realzarlas. Además, estos árboles cumplían una función más mundana al proporcionar sombra y abrigo contra la lluvia a quienes asistían a los oficios religiosos.

Sin embargo, los vecinos de Montoubo estiman que su tejo tiene una antigüedad muy superior a la mencionada, quizás porque nadie es capaz de recordar nada sobre su origen y tampoco existe ninguna leyenda o escrito que aclare la cuestión. El tejo es el único elemento del pueblo cuya historia les resulta totalmente desconocida e imposible de precisar, de ahí que retrotraigan su origen a fechas casi legendarias: "será milenario, como tolos teixos, digo yo, ¿quién sabe quien lo plantó?".

El tejo se localiza en un montículo situado a metro y medio de altura respecto a la explanada del templo, ligeramente desplazado del núcleo integrado por la iglesia y el cementerio. Los vecinos piensan que esto se debe a que, al construirse la última casa del camino que lleva a la iglesia, fechada en 1926, la tierra extraída para su cimentación se depositó alrededor del tejo. Razonan que el tejo está plantado al nivel de la iglesia y que su altura es mucho mayor de lo que se observa, porque parte de su tronco está oculta por esa tierra y así parece más corto. Un análisis sobre este particular aclararía si se trata de una leyenda o un hecho real. De cualquier forma, esta historia responde a la necesidad de los vecinos de dar sentido a la ruptura del conjunto iglesia-cementerio-tejo que conforma el epicentro simbólico del pueblo y que siempre está agrupado físicamente y no disociado como en Montoubo.

La localización del tejo en un pequeño prado, sin corra ni asfaltado que perjudicasen sus raíces, ha favorecido su óptimo estado de conservación. Presenta una copa frondosa de gran verdor y un tronco sólido sin oquedades, aspectos ambos que son indicativos de su buena salud.

Los vecinos recuerdan que, de pequeños, solían jugar al escondite alrededor del tejo en los recreos, ocultándose detrás del tronco o bajo las ramas que casi tocaban el suelo. Incluso algunos clavaron tablas en la cruz del árbol, creando una plataforma en la que subirse y jugar. Actualmente, el día de la fiesta, los jóvenes se reúnen bajo su copa, aprovechando su localización apartada de la plaza de la iglesia, donde se encuentran los demás vecinos, buscando una especie de espacio propio para hablar de sus cosas sin la presencia de los mayores. Todos están orgullosos del tejo, aunque nunca hicieron nada para cuidarlo de forma específica: "cuídase solo, esi necesita poca alimentación". No obstante, reconocen que "lo tenemos mucho en cuenta, de comer no mos da, pero préstate cuando vienen [los turistas], se apean allí [a entrada al pueblo] y preguntan pol teixu, presta que pregunten porque ya lo único qu’hai que ver". Esta reflexión revela la importancia del tejo para los vecinos, muy superior a la de la iglesia o la torre medieval, y define al tejo como un elemento capaz de catalizar la identidad personal y comunal de los vecinos.

Esta consideración coincide con la señalética colocada recientemente por el Ayuntamiento de Miranda en el pueblo, donde se destaca el tejo y la torre medieval, pero se obvia la iglesia. Es cierto que esta selección obedece a una lógica turística y sólo informa sobre aquellos elementos considerados más atractivos para los visitantes, pero no se trata de una decisión falta de criterio. La torre medieval está incluida en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias y el tejo está siendo objeto de un expediente para su inclusión en los Bienes de Interés Cultural, hecho que fue referido ampliamente por la prensa, mientras que la iglesia no está catalogada en ningún inventario. Ante ello, el Ayuntamiento simplemente pudo haber seguido las pautas patrimoniales establecidas para incluir unos elementos y descartar otros. Cuando se pregunta a los vecinos si el tejo es importante para ellos, unánimemente responden que sí: "home claro, es algo muy importante", pero les resulta difícil explicar por qué motivo.

El terreno que circunda al tejo ha sido reciente vallado por el Ayuntamiento, a petición de la Asociación "El Teixu". En 2012, los vecinos contactaron con la Consejería de Fomento, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente, acorde con las estipulaciones del Plan de Manejo del Tejo (2001), para talar unas ramas que los días de viento golpeaban el tejado de la iglesia y amenazaban con desprender algunas tejas. Para ello varios especialistas de Cangas del Narcea se trasladaron hasta el pueblo y realizaron la tala de forma controlada. Esta normativa ha creado en los vecinos cierta prevención y "miedo" hacia el tejo, al que no se atreven a tocar por temor a ser multados: "si no eres de la Guardería no puedes tocar el árbol". Esta situación contrasta con la de tiempos pasados, cuando el tejo estaba integrado en la cotidianeidad del pueblo y los niños se subían a él para jugar, como ya se ha indicado. Con ello se corre el peligro de desvincular emocionalmente a los vecinos de su tejo, ya que, ahora, pueden observarlo pero no tocarlo y cualquier intervención en él está mediatizada por la intervención de "extraños". Únicamente se han atrevido a atar varias ramas con cintas para impedir que tocasen el suelo.

Fuente y bibliografía:
BOPA núm. 239 de 16-X-2017

Fotografías de Campo de iglesia de San Juan Bautista de Montovo

Dispones de 2 fotografías de Campo de iglesia de San Juan Bautista de Montovo

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