Bosque Fósil Carbonífero de Verdeña

Bosque Fósil Carbonífero de Verdeña

Introducción

Hace años, al realizarse una explotación de carbón a cielo abierto en un monte situado al oeste de Verdeña, se extrajo una pequeña capa de carbón al lado de una pared casi vertival de arenisca, quedando al descubierto los restos fósiles de un bosque correspondiente al periodo Carbonífero.

Este yacimiento consta de un paleosuelo en posición vertical sobre el que se observan estructuras estrelladas, que resultan ser las huellas vegetales correspondientes a tocones y troncos de árboles pertenecientes a un bosque que existió hace 300 millones de años. Este bosque, que no debió habitar muy lejos del mar, sufrió una invasión fuerte y repentina de las aguas marinas que segó los troncos separándolos de sus raíces y cuya causa obedeció supuestamente a un movimiento sísmico que hundió la franja costera donde existía el bosque.

La posición actual de las huellas de estos troncos la roca, todas ellas orientadas en un mismo sentido por la corriente de agua, hace pensar que el golpe de mar debió ser en una orientación preferentemente unidireccional, descartándose que el desastre fuera ocasionado por un tsunami al no encontrarse marcas de resaca.

El encuadre geológico del bosque de Verdeña

El osque carbonífero de Verdeña se sitúa al oeste de la aldea del mismo nombre, pedanía del Ayuntamiento de Cervera de Pisuerga (Palencia), y se encuentra desde el punto de vista geológico en el flanco norte del Sinclinal de Casavegas, en estratos verticalizados por el plegamiento acaecido en tiempos barruelienses. El bosque fósil está dentro de la Formación San Salvador, una formación deltaica que sigue a la Formación lutitica y caliza de Verdeña. Ambas formaciones pertenecen al Cantabriense inferior, es decir, la parte más antigua de la Serie Estefaniense, lo cual corresponde a una edad aproximada de 305 millones de años. Les sigue la Formación Brañosera, del Cantabriense superior, representada aquí por lutitas margosas con abundante fauna de lamelibranquios, gasterópodos y crinoides, etc. Esta formación geológica representa una transgresión marina de mucha envergadura, y marca una expansión considerable de la cuenca de sedimentación, probablemente al doble de su tamaño anterior.

La formación deltaica de San Salvador consiste en secuencias granocrecientes que empiezan con estratos marinos lutíticos y limolíticos para llegar finalmente a arenisca. Estas secuencias marinas representan lóbulos deltaicos que rellenaban el espacio disponible por el hundimiento paulatino de la cuenca, y que llegaban a alcanzar el nivel del mar con arenas en la parte más alta de la secuencia. Al llegar a este nivel se crearon las condiciones para que se estableciera una vegetación costera sobre el arenal. Posteriormnente, se produjeron los movimientos tectónicos sin-sedimentarios que hicieron posible la alta tasa de sedimentación, hundiéndose parte de la zona costera, probablemente por fallas normales, aunque también debieron influir procesos deltaicos por los que los lóbulos deltaicos iban cambiando de sitio.

Descripción del bosque carbonífero

En rojo, bases o raíces, y en verde troncos
El auge momentáneo de las explotaciones de carbón a cielo abierto durante la primera parte de la década de los años ochenta del pasado siglo, provocó que se hicieran excavaciones en el monte a todo lo largo del flanco sur de la Cordillera Cantábrica. En la montaña palentina se hicieron pequeñas excavaciones en varios lugares donde se extrajo el carbón. Una de estas explotaciones se situaba al oeste del pueblo de Verdeña, donde se extrajo una capa delgada de carbón al lado de una pared casi vertical de arenisca. Al descubrirse esta pared, aparecieron numerosas huellas de troncos y réplicas de las raíces de árboles. La posición vertical de la arenisca se debió al plegamiento de los estratos que se encuentran en un pliegue muy apretado, casi isoclinal, con el plano axial casi vertical. La excavación minera dejó al descubierto una pared de unos 180 metros de largo, con una altura de 5 a 12 metros, siendo la superficie suficientemente grande como para ver la distribución de las huellas vegetales y permitir su análisis. Hay que puntualizar que esta superficie de pared vertical no es la única que muestra huellas vegetales. De hecho, en el mismo lugar cerca de Verdeña, hay dos superficies más que muestran huellas parecidas, lo cual prueba que la misma historia se iba repitiendo, siempre en la misma posición al final de una secuencia deltaica, granocreciente. Sin embargo, las otras superficies no están descubiertas de forma tan extensa corno en la excavación grande que, por tanto, ha podido ser objeto del estudio paleobotánico-paleoecológico.

Las huellas más llamativas son de los aparatos radiculares de árboles pertenecientes a la Clase Lycopsida. Son impresiones perfectas de las bases arraigadas, con una forma cuadrada que obedece a la salida de raíces en cuatro puntos colocados simétricamente alrededor de la base del tronco. Estas raíces se dividieron casi enseguida dicotómicamente para crear ocho raíces mayores que se adentraron en la arena a poco ángulo, de forma subhorizontal y, que fueron, por tanto, muy someras. Estas se dividieron, a su vez, por varias dicotomías repetidas, resultando un aparato radicular extenso y poco profundo. Este tipo de raíces se llama Stigmaria y resulta casi idéntico para los varios tipos de árbol de la Clase Lycopsida de los tiempos carboníferos. Alrededor de cada raíz se encontraban las raicillas, con unos 20 centímetros de largo, y dicotomizadas, que se insertaban en una espiral densa. Son estas raicillas las que procuraron el anclaje efectivo del árbol, al penetrar el suelo, agarrándolo fuertemente.

Los aparatos radiculares (Stigmaria) que se observan sobre la pared expuesta, son de dos tamaños claramente diferenciados, y representan dos generaciones de árboles. La falta de tamaños intermedios significa que la primera generación, pionera en colonizar el arenal, no dejaba sitio para el desarrollo de las plántulas que se iban generando a lo largo de la existencia del bosque, y que la ocupacion del suelo era total. Hasta que los árboles de esta primera generación llegaron a desarrollar su tamaño máximo y a cumplir su ciclo vital, no había espacio para una nueva generación de árboles. La primera generación de lícópsidas muestra una cierta ordenación, a distancias de 2,5 a 3 metros entre los árboles, siendo así que la extensión de los aparatos radiculares determinó la distancia entre los árboles. Las Stigmaria llegaron a solaparse en la medida que la competencia entre los árboles vecinos fuese tolerable, permitiendo la extracción del máximo valor nutritivo de los escasos minerales presentes en el arenal (purificando la arena, claro está).

En rojo, bases o raíces, y en verde troncos
La segunda generación de licópsidas, con un tamaño de aparato radicular mucho más pequeño, se observa con una distribución más irregular El hecho de haberse podido establecer esta generación después de un intervalo sin colonización efectiva, y observando la distribución y emplazamiento de sus integrantes, permite deducir que la primera generación había muerto cuando las plántulas correspondientes a los árboles más pequeños tuvieron la oportunidad de desarrollarse. Esta segunda generación de árboles de Lycopsida arraigó donde pudo, y se nota que evitaron asentarse por encima de las raíces principales de Stigmaria de la primera, deduciéndose, pues, que los aparatos radiculares de la primera generación no se habían podrido totalmente cuando la segunda generación se desarrollaba.

Al lado de las huellas (réplicas) de los aparatos radiculares de Lycopsida aparecen las huellas, poco profundas, de troncos caídos. Éstos, por su tamaño, corresponden claramente a la segunda generación de licópsidas. La poca profundidad de estas huellas de tronco caído se debe, indudablemente, a que los tejidos de las licópsidas son, sobre todo, corticales, con sólo un pequeño cilindro de madera (sifonostela). Al degradarse los tejidos, el tronco colapsaba sobre sí mismo, aplanándose, lo cual explica la huella tan poco profunda. Uno de estos troncos aplanados muestra un rayado que permite identificar el árbol como perteneciente al género Sigillaria. El tronco recto, de 5 metros de largo, muestra una rama lateral en su parte superior que suponemos se haya preservado de forma bastante completa, ya que las Sigillaría se erguían como palos simples o con solamente una o dos divisiones en su parte más alta. La reconstrucción clásica de Sigillaría, debida a Hirmer, enseña una o dos dicotomías del tronco al final del mismo. Sin embargo, la huella del tronco de Verdeña enseña una rama lateral. Sin pretender que la reconstrucción clásica sea errónea, resulta evidente que las Sigillaría no tenían siempre la ramificación por dicotomía.

Esta segunda generación de licópsidas arbóreas no llegaría a concluir su ciclo vital, ya que antes de llegar al tamaño máximo (tal como enseña la primera) sobrevino una catástrofe que segó a los troncos separándolos de sus bases radiculares. El mismo evento arrasó las plántulas que dejaron su marca en varios lugares donde se agruparon en auténticos viveros.

Impresión de raíz cuadrangular de Lycopsida
Aparte de las bases de licópsida con sus aparatos radiculares in situ y los troncos caídos (de la segunda generación), se han observado así mismo huellas profundas de árboles que tenían abundante madera y que pertenecían a un grupo diferente de plantas. Un ejemplo de este grupo de árboles muestra una huella profunda con restos de carbón representando a la abundante madera y, lo que resulta de sumo interés, la base del árbol caído en conexión con sus raíces. En este caso se trata de un árbol que fue desarraigado, quedando con sus raíces al aire. Este comportamiento es muy diferente al que tuvieron las licópsidas, cuyos troncos fueron segados justamente por encima de las bases con aparato radicular que se quedarían in situ. Siendo así que el bosque de Verdeña se formó prácticamente al borde del mar, viene a la mente la interpretación de Cridland (1964) de algún representante del Orden Cordaitales como equivalente a los manglares de la flora actual. Las Cordaitales tenían parentesco con las coníferas, y poseían abundante madera. En el caso del bosque de Verdeña parece que los Cordaites constituían un elemento minoritario entre las licópsidas (Sigillaria) que predominaban netamente. No obstante, el examen atento de las huellas de troncos caídos enseña que más de un tronco aparece con la huella profunda que delata un árbol con abundante madera. Es posible, pues, que los Cordaites tuvieran una presencia más común de lo que un examen rápido dejara suponer.

Tanto el Cordaites desarraigado como los troncos de Sigillaria separados de sus aparatos radiculares (Stigmaria) se encuentran orientados aproximadamente en la misma dirección, con la particularidad de que el Cordaites desarraigado y el tronco de Sigillaria mostrando una ramificación están ambos con las bases y parte alta en la misma posición. Que esto no sea casual se confirma por la disminución de anchura de otros troncos que apuntan en la misma dirección. Queda patente que la causante del derribo de los árboles actuó en un sentido unidireccional. Hay dos posibles causas que vienen a la mente, que son (1º) una corriente fuerte de agua, o (2º) un viento huracanado. Optamos por una corriente de agua, ya que la superficie con las bases de licópsida y los troncos caídos no muestra evidencia de briznas vegetales, lo cual se explicaría mejor por la acción de una corriente de agua que se las llevaría. Además es notorio que la arenisca con los restos del bosque es el único término no marino de la secuencia sedimentaria. De hecho, sobre la capita de carbón que se encuentra por encima de la arenisca del bosque, se inicia otra secuencia marina, quedando en entredicho si el carbón mismo sea de facies continental o marina, por lo que se deduce que el mar no debe haber estado nunca muy lejos. También hay que considerar que el derribo del bosque implicó en este caso su destrucción permanente, ya que no se restableció. Un viento huracanado podría haber derribado los árboles, pero las plántulas se hubieran salvado, por lo menos en parte, y haber permitido una recolonización, cosa que no acaeció. Concluyendo, pues, que fue una corriente de agua la que acabó con el bosque, y dada su ubicación costera, resulta inevitable que el causante de la catástrofe fue una entrada súbita del mar. Teniendo en cuenta la tasa muy alta de sedimentación, y la movilidad tectónica que esto implica, debe concluirse que la entrada súbita del mar obedecería a una falla sin-sedimentaria que hundiría una franja de zona costera. Apoya esta hipótesis el hecho de que la corriente fuese unidireccional, ya que la mayoría de los troncos están orientados en el mismo sentido, con un paralelismo casi perfecto. Solamente los troncos más cortos, incompletos, se encuentran a veces con una orientación diferente. En un caso se ven tres huellas de tronco parciales, de las cuales sólo una está orientada como las de los troncos largos, mientras que los otros dos están situados a ángulo recto. Son huellas profundas que corresponderían a árboles con abundante madera, y resulta probable que se trate de trozos de troncos dc Cordaites que ya se encontraban caídos en el suelo cuando entró el mar y que la corriente los hizo rodar sin derribarlos, como era el caso de los troncos enteros orientados, probablemente, en el sentido de la corriente. El golpe de mar debió haber sido fuerte y la orientación preferente, unidireccional, excluye que haya sido un tsunami, ya que no hay evidencia de resaca.

Sigillaria
Aunque la destrucción del bosque fue definitiva en el lugar que nos ocupa, la hipótesis de una falla sin-sedimentaria que hundiese la franja costera, implica que al otro lado de la falla la vegetación no estaría afectada. Se modificaría la línea de costa, convirtiéndose la parte hundida e inundada en un área de lagoon a donde iban a parar los restos vegetales (briznas) procedentes del bosque todavía presente al otro lado de la falla. Esto explicaría la presencia de la capita de carbón sucio que se encuentra por encima de la arenisca del bosque siniestrado (hoy día al lado de la arenisca verticalizada por plegamiento posterior).

La historia parece clara. A una colonización del arenal que se formó como término final de una secuencia deltaica, siguió una etapa de desarrollo de árboles de Lycopsida que cumplieron su ciclo vital al llegar a su tamaño máximo. Al dejar de existir la generación pionera, permitió que se estableciera otra generación de licópsidas, cuya pertenencia a Sigillaria se verificó en un solo caso de tronco caído. Esta generación no llegó a desarrollar todo su ciclo vital, ya que fue víctima de una entrada catastrófica del mar, ostensiblemente como consecuencia de una falla sin-sedimentaria que hundió una franja costera con bosque. La fuerte corriente de agua rompió las licópsidas (Sigillaria) justamente por encima de su base radicular que se quedó anclada en el suelo. Unos árboles con abundante madera (¿Cordaites?), que constituían un elemento minoritario en el bosque, fueron desarraigados por la corriente, quedando los troncos con sus raíces al aire. La movilidad tectónica de la zona hizo que esta historia se repitiera a menudo en la cuenca palentina, del Pensilvánico superior. El bosque de Verdeña constituye, sin duda, un punto de gran interés paleontológico y es por tanto digno de figurar en el catálogo de lugares de interés geológico de Castilla y León.

Fotografías de Bosque Fósil Carbonífero de Verdeña

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