Características de los Lepidópteros

Los insectos (clase Insecta) son el grupo más importante de artrópodos (filum Arthropoda). Comparten por tanto todas las características propias de los artrópodos que están definidas en el capítulo correspondiente, como son un exoesqueleto de quitina, la cavidad del cuerpo o celoma muy reducida y los órganos de los sentidos tan característicos (ojos simples o compuestos,...) que tienen estos organismos. Recomendamos una visita a las Características generales de los artrópodos para más información.

Los insectos constituyen el grupo animal predominante sobre la Tierra, habiéndose descrito aproximadamente un millón de especies. Las mariposas o lepidópteros componen uno de los grupos de insectos más numerosos del mundo, tras los escarabajos y los dípteros himenópteros, pues se han contabilizado en torno a las 150.000 especies (la cifra varía según los autores), de las que unas 20.000 serían ropalóceros o mariposas "diurnas", encontrándose la mayor parte de ellas en las zonas tropicales y subtropicales. En Europa vuelan más de 500 especies de mariposas diurnas y en la Península Ibérica unas 240 especies. Éstas son unas cifras muy respetables, ya que la Península Ibérica, en relación al conjunto de Europa, se encuentra solamente por detrás de Italia, Francia y la región Balcánica en cuando a número de especies, y concretamente en el caso de Asturias hay que tener en cuenta que existen países europeos en los que su variedad de mariposas "diurnas" es muy inferior al de nuestra región, como por ejemplo Gran Bretaña, donde vuelan solamente unas 70 especies.

Los lepidópteros se diferencian de otros grupos de insectos por presentar en un gran número de casos, un revestimiento escamoso parcial del cuerpo y total de las alas. Los adultos poseen aparato bucal chupador lamedor típico, y las larvas lo tienen masticador, lo que produce regímenes alimenticios muy distintos en larvas y adultos, y por tanto, organizaciones internas y formas de vida muy diferentes.

El origen de los lepidópteros se suele datar hacia la mitad de la era Mesozoica o Secundaria, hace unos 200 millones de años. Los ropalóceros aparecieron más tardíamente, ya finalizando el periodo Mesozoico o a comienzos del Cenozoico (hace unos 70 millones de años), y su expansión habría estado ligada íntimamente a la de las plantas con flores, que aparecieron en el Cretácico (también a finales del periodo Mesozoico), evolucionando juntamente con ellas (GARCÍA-BARROS, 1999). Esas primitivas especies, que habrían coincidido en el tiempo con los dinosaurios, se han extinguido, y las primeras mariposas pertenecientes a los géneros actuales datan del Mioceno y del Paleoceno (finales del Terciario), hace entre 2 y 20 millones de años. Otras especies surgieron posteriormente, durante el Cuaternario, otras más recientemente, e incluso actualmente hay especies que están en pleno proceso de aparición.

La situación geográfica de la Península Ibérica, con su cercanía a África, le ha permitido constituirse en puente entre los dos continentes, facilitando la llegada de especies, tanto del resto de Europa como de la zona mediterránea. Durante el Cuaternario se produjeron grandes cambios en la fauna y la flora de la Península, pues durante las glaciaciones (especialmente la Riss) el avance de las masas de hielo hacia el sur empujó a las mariposas y a muchísimos más animales y plantas de áreas frías hacia el Sur, llegando hasta el estrecho de Gibraltar, dividiéndolas en poblaciones que quedaron aisladas. Después, con la retirada de los últimos glaciares, muchas poblaciones propias de climas fríos quedaron acantonadas en las montañas. Los períodos interglaciares y posglaciares permitieron la progresión de especies amantes del calor hacia el norte, y propició que muchas adaptadas al frío quedasen aisladas en los macizos montañosos de mayor altura. Durante la glaciación Würm al parecer se volvió a producir una invasión por especies boreales, de las que muchas quedaron asimismo aisladas en las montañas al cambiar las condiciones climáticas.