Castro de Ulaca

Es el más impresionante de los castros vettones y uno de los oppida o ciudades fortificadas celtas de más interés de toda Europa por sus características. Tiene con diversos recintos cerrados por importantes murallas de más de 3.000 m de perímetro, aunque bastante arrasadas. Su interior conserva cimientos de numerosas casas y algunos monumentos muy singurales, como el Altar, labrado en un canchal de granito con escalones orientados hacia la Sierra de la Paramera, la Fragua, seguramente restos de una sauna ritual tallada en la roca, el "Torreón", conjunto de grandes sillares pertenecientes a un gran edificio público levantado junto a la fuente principal del poblado, y varias canteras prerromanas que todavía conservan in situ parte de los sillares tal como fueron arrancados.
Castro de Ulaca

Generalidades

Ulaca es un gran poblado fortificado de finales de la Edad del Hierro que perteneció a los vettones y cuenta con un enorme interés histórico y arqueológico por varias razones. En primer lugar, es con sus más de 60 ha y más de 3.000 m de murallas uno de los más grandes de la Céltica hispana. En segundo lugar, alberga una serie de estructuras muy bien conservadas, algunas de ellas excepcionales en el mundo celta, como un santuario rupestre, una sauna iniciática excavada en la roca y unas impresionantes canteras de granito. Por último, la reciente localización de una zona de talleres artesanales y un área cementerial abren nuevas perspectivas al conocimiento de la comunidad que vivió en Ulaca hace algo más de 2.000 años.

Se encuentra ubicado en las primeras estribaciones de la Sierra de la Paramera, en su vertiente norte, sobre un promontorio elevado sobre el terreno circundante unos 250 metros, con una cota máxima de 1508 msnm, dominando perfectamente el valle de Amblés y dando vista al Pico Zapatero. El castro está encajado entre el arroyo de los Portillos y el río Picuezo, cuyos cursos sirven de protección natural.

En 1931, Ulaca se declara Conjunto Histórico-Artístico. En 1986 Bien de Interés Cultural (B.I.C), que es la máxima figura de protección que la ley otorga a un elemento histórico. En el año 1994 se delimita la Zona Arqueológica de Ulaca, amparada por la Ley de Patrimonio Histórico Español, quedando cualquier proyecto de restauración sujeto a lo que dicten las Comisiones Territoriales de Patrimonio Cultural.

Las defensas

Una potente muralla de granito rodeó el asentamiento con un perímetro de más de 3.000 m y una anchura mínima de 2 m, aunque en algunas partes no está conservada y hace difícil su restituci ón. La muralla se adapta bien a la morfolog ía del terreno y es de gran aparejo en lienzos y torreones y sobre todo en las puertas. Aprovecha siempre que puede las afloraciones de granito que emergen del suelo, integrándolas en su estructura y se interrumpe cuando la topografía del terreno la hace innecesaria. Sigue en gran medida el borde de la meseta sin perder altura para mantener siempre posiciones defensivas inequívocas. La aspereza del terreno y los fuertes escarpes que rodean a la ciudad no exigen mucha contundencia en las obras de fortificación. En cualquier caso la línea con tinua de muralla en todo el sector norte tuvo que presentar un imponente aspecto, vista desde el valle. En ese sentido las murallas actuarían como un elemento de prestigio visual y símbolo de la pujanza de la comunidad que se resguardaba tras ellas. Adem ás del papel defensivo la muralla servía para delimitar al grupo social, a la comunidad que vivía dentro. Salvo algunos puntos con poca visibilidad, desde dentro del oppidum sus habitantes verían siempre los muros protectores y delimitadores.

La técnica constructiva de la muralla es de dos paramentos con bloques grandes y las caras planas vistas al exterior, cogidos en seco, mientras que el interior se rellena de piedras más pequeñas. En algunos puntos, especialmente al mediodía, sólo se lleg ó a marcar la cimentación de la muralla, por otro lado casi innecesaria debido a los fuertes cortados que protegen ese sector. En algunos puntos, la muralla parece reforzarse con dos o tres paramentos. La posibilidad de un remate de las murallas con empalizada de madera, especialmente en las zonas de las entradas, está sostenida por el episodio del incendio de las murallas de Pallantia en el año 74 a.C. tras el asedio de la ciudad por Pompeyo, según nos relata Apiano. Parece que sólo un tipo de remate así podría permitir que se incendiaran las murallas. Pero ciertamente no tenemos pruebas arqueológicas de que éste fuera el tipo de remate de la parte superior de las murallas del ámbito vettón.

Se pueden identificar al menos nueve interrupciones de la muralla que por sus dimensiones y características bien podrían ser otras tantas puertas de entrada. Algunas se reconocen bien y han sido consolidadas recientemente, pero otras resultan muy problem áticas.

Las puertas mejor conservadas y más complejas son la del Noroeste y la del Noreste. La puerta del Noroeste –por donde se accede al oppidum– estuvo además protegida por varias líneas de muralla que la anteceden. Mientras que la puerta del Noreste –por donde se sale siguiendo el itinerario de visita– es una puerta en esviaje: los dos tramos de muralla adoptan una posición paralela, dejando un espacio libre entre ambos para pasar. De ella salía un camino, parece que enlosado, como el del segundo recinto de Las Cogotas, hoy medio oculto por los derrumbes de la propia muralla. Por las laderas todavía se ven las rampas por donde discurr ían éste y otros caminos que llevaban al llano. Las huellas de ruedas de carro son visibles en algunos puntos.

La gran superficie de Ulaca queda claramente puesta de manifiesto en la comparación de su recinto amurallado con la Ávila medieval. Sencillamente las más de 60 ha del oppidum vettón superan ampliamente la superficie de la ciudad de Ávila. Los cálculos de población son difíciles y complicados pero a partir de otros poblados en los que contamos con cementerios, como Las Cogotas y La Mesa de Miranda, se ha podido determinar un valor de entre 15 y 20 habitantes por ha. Según esas estimaciones la población de Ulaca oscilaría entre 1.050 y 1.400 habitantes, lo que se ajustaría bastante bien a las 250 estructuras reconocidas. Todo ello no debió ser obstáculo para que en momentos de inestabilidad y peligro pudiera refugiarse tras sus murallas una poblaci ón que podría doblar esas cifras. Desde luego los espacios libres lo permitirían sin muchas complicaciones.

El santuario y el altar de los sacrificios

En el sector noroccidental del poblado y en una zona relativamente apartada de la concentración de casas se encuentra el llamado santuario y el altar de sacrificios. El santuario es una estancia parcialmente excavada en la roca de planta rectangular (16 x 8 m) con dos accesos, por el Sureste y el Oeste. Las paredes se conservan en algunos puntos hasta una altura de 2 m. El espacio del santuario se cerraría por los lados abiertos con sillares de fábrica tosca que se ven desparramados por los alrededores. Este santuario se asocia a una gran peña en la que se talló un altar con talud en tres de sus lados. En uno de los lados de la cara que mira hacia el Norte se labraron dos escalinatas paralelas con seis y ocho peldaños que conducen a una superficie plana con dos concavidades comunicadas entre sí. Una de ellas vertía en una tercera que a través de un canalillo conducía los líquidos al pie del altar.

La sacralidad del monumento es posible establecerla a partir de una serie de testimonios literarios y epigráficos, que encuentran en el santuario portugués a cielo abierto de Panoias (Vila Real) una de sus expresiones más claras: además de las peñas talladas, cuya parte superior ha sido allanada para albergar diversas cavidades, el sitio ofrece inscripciones latinas que nos informan sobre los sacrificios realizados. De una de las inscripciones se deduce que el sacrificio tenía lugar en un edificio que coronaba la construcci ón. Mientras las entrañas de las víctimas se quemaban en unos nichos o cubetas y la sangre vertía en otros similares, al tiempo que se rendía culto a las divinidades, algunas de ellas indígenas. Por tanto el sacrificio comprendía varias fases y en lugares distintos; se trataría de un ritual de iniciación que ofrece un orden y un itinerario determinado, que forzosamente hay que relacionar con la variada morfolog ía de estos monumentos.

De esta manera cabe dar cierta cobertura a la reconstrucción idealizada de sacrificios de animales con vertido de sangre que podrían haberse realizado en el altar de Ulaca. Por último, la coincidencia de la orientación del altar con la cumbre más alta de las alineaciones de Gredos, visibles desde Ulaca, el Pico Zapatero, podría no ser casual y estar intencionadamente buscada quizás en asociación con algún fenómeno celeste de conocimiento ya en la Edad del Hierro. En todo caso es un tema sobre el que valdría la pena dedicar una exploración futura.

Casi al pie de la ladera en la vertical del santuario hay una cueva, más bien una estrecha grieta entre los granitos, que podría vincularse a concepciones religiosas de tradición céltica. Existe una cavidad bajo el oppidum y esto es de gran importancia para el estudio de Ulaca. La importancia ideológica de la organización del espacio urbano en el mundo celta, el concepto de mundus y las ideas onfálicas han sido subrayadas en más de una ocasión.

La Sauna

A unos 150 m hacia el Sur del santuario se encuentra una construcci ón excavada en la roca, de planta rectangular, tradicionalmente interpretada como un horno metalúrgico y hoy más convincentemente considerada una sauna ritual, aunque no se ha practicado ninguna exploración arqueológica más allá de lo que se ve en la actualidad. Se trata de una construcción semihipogea de planta rectangular y 6,4 m de longitud excavada en un gran peñasco de granito. En la actualidad parece que se pueden identificar los restos de un recinto murado que la rodea de unos 32 x 24 m, que, de confirmarse su relación con la estructura, reforzaría la profunda significaci ón simbólica y especial de la sauna.

Aceptando la propuesta de sauna se puede entender divida en tres ámbitos: 1) horno para fuego, 2) cámara con dos asientos labrados para recibir el baño de vapor y 3) antecámara. Se tratar ía de una sauna en relación con baños iniciáticos, a partir de los paralelos con las saunas o “pedras formosas” de la cultura castreña del NO peninsular.

Las Viviendas

Las casas presentan plantas cuadradas y rectangulares con gruesos muros de piedra. Hay plantas sencillas con dos o tres estancias, de unos 40-80 m2, y otras más complejas con más departamentos y mayor superficie (hasta 250 m2). Las jambas de las puertas están bien marcadas por grandes lajas de granito. Las cubiertas debieron ser de piorno, como lo hacían los chozos de pastor y las tinadas para las ovejas hasta hace poco tiempo. La falta de excavaciones –sólo se excavaron dos casas en los años 1970 que se han restaurado– impide precisar la organización interna, que en cualquier caso dispondría de hogares, bancos adosados a las paredes, zonas de almacenamiento y áreas de descanso. Desconocemos si además de estructuras domésticas había otras sólo de almacenaje o con otras funciones.

El total de estructuras dentro del recinto amurallado es, como se ha señalado, de algo más de 250, que se elevaría hasta alrededor de las 300, si se suman las casas fuera de las murallas al Noreste del recinto. La existencia de casas extramuros permite suponer, además, que el recinto amurallado no implicaba una situación de peligro e inestabilidad permanente. Pero parece que en ese sector hubo también murallas muy perdidas hoy. En los momentos de conflicto, la población podría refugiarse dentro del poblado, ya que existía espacio libre suficiente para todos. Sabemos que otros oppida vettones tenían arrabales o barrios extramuros como Las Cogotas y Salmantica, en este último caso referido al año 220 a.C. en la toma de la ciudad por Aníbal.

En general, la conservación de las ruinas es muy buena, pudiéndose delimitar las características generales de la planta, compartimentaci ón interna y puertas de acceso. Es cierto que habría que considerar la posibilidad de que en algunos sectores del poblado las viviendas estuvieran enterradas, pero el afloramiento de la roca base en muchos puntos y la falta de evidencia de aportes sedimentarios hace muy verosímil que los restos de estructuras hoy visibles correspondan a las estructuras realmente existentes. De alguna manera estamos ante la fosilización superficial de un poblado de la Edad del Hierro con unas excelentes posibilidades para analizar su anatomía.

Volviendo a las casas, parece común la existencia en todas las viviendas de zócalos de piedra de 80-100 cm de grosor y doble paramento. Apenas hay vestigios de adobe o tapial para el recrecimiento de las paredes y la abundancia de granito podría ser consistente con la idea de alzados de piedra hasta la cubierta. Algo lógico si tenemos en cuenta la arquitectura tradicional que hasta hace poco se levantaba en los pueblos de la zona. No parece que tuvieran ventanas por lo que la ventilaci ón e iluminación se tuvo que hacer por la puerta principal y la luz del hogar. Su interior estaría en constante penumbra como sucede en las majadas actuales. Algunas casas han sido parcialmente talladas sobre un gran peñasco que ha sido rebajado hasta ofrecer un aspecto semihipogeo. La prolongación de los muros hacia el exterior permite aventurar la idea de que algunas tuviesen un porche o zaguán; aunque no habría que descartar que se tratase de peque- ños corrales anexos a la vivienda. La mayoría de las casas abren sus puertas –casi siempre bien reconocibles– hacia el Este, hacia la salida del sol. Probablemente para así poder aprovechar mejor las horas de luz. Las puertas podrían haber sido parecidas a las de las tinadas actuales, planchas de madera unidas entre sí por clavos y trozos de cuero que hacen de bisagras. Algunas ofrecen el soporte de un pilar central para sostener las vigas de la techumbre. Nada se nos ha conservado de las cubiertas pero, dada la disposici ón del terreno, lo más lógico es que vertieran aguas por delante de la fachada en dirección a las vaguadas, siguiendo la pendiente. Cubiertas sencillas a dos aguas como hacen algunas construcciones tradicionales de la comarca tampoco son desechables.

Básicamente entre los dos centenares largos de estructuras identificables hay dos tipos de casas: las sencillas de planta cuadrangular o rectangular con una, dos o tres estancias, y las complejas que aún manteniendo plantas cuadrangulares o rectangulares cuentan con una gran estancia a la que se accede directamente desde el exterior y luego otra serie de habitaciones contiguas o dispuestas en torno a un eje longitudinal. Estas últimas repiten esquemas domésticos de casas de El Raso de Candelada, al otro lado del Sistema Central, y parecen recoger tradiciones de la arquitectura orientalizante, de la región extremeña. No es posible hoy intentar una mínima ordenación cronológica de las viviendas, y aunque destaca la aparente homogeneidad señalada, es posible que en los últimos momentos de la vida de la ciudad se dejaran sentir influencias romanas. Algunas construcciones grandes –entre 400 y 700 m2– con proporciones modulares de las estancias y el empleo de grandes sillares en los zócalos podrían remitir a modelos itálicos y del Valle del Ebro bien definidos en los s. II-I a.C.

Prácticamente nada podemos decir sobre su organización interna. Parece que en algunas existieron bancos adosados a las paredes que servirían para sentarse y como aparadores de la vajilla y útiles domésticos. La referencia de Estrabón sobre los pueblos montañeses del Norte que se sientan para comer en bancos corridos según edad y rango y hacen pasar los alimentos no parece oportuna para esta zona, aunque se ha repetido casi siempre. Habría hogares en el centro o adosados a las paredes y el almacenaje de grano y otros alimentos se realizaría en grandes vasijas de barro.

Con todo, otro problema es que la falta de excavaciones no permite reconocer como viviendas todas las estructuras, es posible que algunas tuvieran otras funcionalidades. Algo que sólo futuros trabajos de excavación podrán elucidar.

En este sentido, en el sector meridional de la ciudad hay una gran estructura (14 x 10 m) construida con gran aparejo que se encuentra rodeada por un amplio recinto murado (de 70 x 48 m) con doble paramento de grandes piedras. No se trata de una vivienda común como el resto y parece tentador relacionarla con una función pública o privada vinculada a las elites del oppidum. La cantidad de bloques que constituyen el derrumbe permite suponer razonadamente que el edificio tuvo una altura importante, desde luego muy superior a la convencional de las casas. Si fue una especie de atalaya defensiva, controlando una gran superficie del área habitada en el sector más elevado de la ciudad o una residencia de la elite es algo que habrá que investigar en el futuro.

Las Canteras

Un elemento excepcional y espectacular al mismo tiempo, desconocido en otros oppida célticos, son las canteras de granito en el interior del habitat. Quedan visibles las huellas de las cuñas y los bloques cortados en distinto grado de elaboración. Las canteras se sitúan en los sectores oeste y suroeste de la ciudad. En ambos casos se buscaron grandes planchas de granito y se aprovecharon siguiendo las vetas y las fracturas naturales. El proceso de trabajo se debió iniciar marcando con cortafríos y mazos, pequeñas ranuras a intervalos regulares (28 y 36 cm), después se introducían cuñas para romper por la línea marcada y así obtener bloques más o menos grandes, entre 60 y 120 cm de longitud y aún mayores. Con perchas y palancas de madera se moverían los bloques de primera extracción para posteriormente ser objeto de nuevos cortes y conseguir bloques más pequeños. Todo este proceso de trabajo ha quedado congelado en las canteras. Se pueden medir los espaciamientos entre las ranuras para cuñas marcadas y nunca utilizadas, los bloques de primera extracción sin trocear, los bloques semielaborados y por último incluso algunos terminados y no transportados. Este detalle hace pensar en que todo el trabajo de cantería se desarrollaba en estos lugares. Como se ha señalado recientemente (del Val y Escribano, 2004: 38) las canteras de Ulaca confieren un aspecto mágico al lugar, parece como si el tiempo detenido pudiera ver en algún momento el retorno de las gentes de Ulaca para terminar los trabajos abandonados a medio hacer.

La cantera oeste debió utilizarse para la obtención de material constructivo para las viviendas de los alrededores, y de hecho las dimensiones de los bloques se asemejan a los de las casas más cercanas. La cantera del ángulo suroeste, muy pró- xima a la muralla, parece que estuvo más relacionada con la elaboración de grandes sillares para la construcción del cierre defensivo. Aunque, como hemos visto al tratar de las murallas, en este sector sólo se emplearon para delimitar la base de la muralla. La interrupci ón del levantamiento del muro podría ayudar a entender el abandono de la cantera dejando a medio trabajo muchos bloques y no llegando a extraer otros marcados. La gran escala de los trabajos de cantería –por encima del nivel doméstico de cada hogar–, la posible existencia de especialistas, el empleo de medidas modulares y la posibilidad de reconstruir casi íntegramente el proceso de trabajo, confieren a las canteras de Ulaca un gran interés. En definitiva, los materiales constructivos se podían conseguir dentro del propio oppidum, ahorrando tiempo y esfuerzo y, además, con la seguridad añadida de trabajar dentro del recinto amurallado.

Fotografías de Castro de Ulaca

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